1. La chica de las pastas italianas


    Fecha: 14/05/2020, Categorías: Infidelidad Autor: Dany, Fuente: CuentoRelatos

    ... aparecía con gran nitidez, con gran definición, su rostro, su cuerpo, sus piernas…, sus pies… «¡Vaya! —pensó—, aquí estoy de nuevo yo, admirando y excitándome con los pies de una chica. Antes, esto me parecía una perversión, pero ahora, después de lo que me pasó con Laura hace un par de años, ya no estoy tan seguro de ello». Y continuó contemplando los pies que aparecían en aquella proyección virtual. Viendo aquellos cuadros no tardó en sentir ciertas pulsiones que le obligaban a aliviar, de alguna manera, aquel desbordante deseo de placer sexual, que se manifestaba dentro de él. Y así se quedó, inmóvil, contemplando aquellas partes tan insinuantes de la anatomía de la chica que ahora eran proyectadas en la pantalla; mientras, no le quedó más remedio que desahogar manualmente aquel lujurioso deseo de poder poseerla, de poder tocar aquellas piernas y besar esos pies tan impúdicamente mostrados, y obscenamente delicados.
    
    Terminada la tarea de autocomplacencia, contemplando los encantos de aquella chica, aun exhibiéndose en la pantalla, cerró los ojos y pensó en ella. Luego se preguntó: «¿Qué extraño influjo ha podido ejercer en mí esa chica para que yo me encuentre deseándola como lo estoy haciendo?» Y con esa idea pasó el resto de la tarde y, llegada la noche, se vio obligado a tomar un té relajante para poder conciliar el sueño.
    
    A media semana, tratando de evitar que su mente se viera invadida por el pensamiento de la chica del supermercado, decidió pasar por una ...
    ... librería y comprar un libro, se decantó por uno que llevaba por título: Afrodita. Se lo llevó a la casa, y un poco más tarde, acomodado ya en su sillón reclinable, teniendo a la par una mesita plegable con una copa de vino tinto riojano y un emparedado de jamón serrano, comenzó a leerlo. Ya avanzada la lectura se encontró con un párrafo que decía así:
    
    […] se arrodilló en señal de acatamiento, y tomó entre sus manos con delicadeza para besárselo, el bello pie desnudo que la joven princesa le ofreció como uno de sus objetos preciosos.
    
    No fue necesario nada más, aquel párrafo le trajo a la mente el momento en el que la chica del espagueti parecía una princesa romana sentada en su solium a punto de dictar una orden, mostrando impúdicamente su pie apenas cubierto por la sandalia. Joaquín dejó el libro sobre la mesita plegable que tenía a un lado, donde se encontraba la copa de vino ahora vacía, y unos pocos restos del emparedado de jamón serrano. Decidió mejor abandonar la lectura. Tenía temor de caer nuevamente en la tremenda obsesión sexual por la chica. Entonces, aunque generalmente no lo hacía, decidió mejor repasar algunas cosas del trabajo de su oficina.
    
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    —¡Marcus¡ dijo alzando la voz la princesa Ania Valeria.
    
    El esclavo se presentó prontamente ante la princesa, y haciendo una breve reverencia dijo:
    
    —¿Sí, mi señora?
    
    —Dile a Joaquín, el esclavo extranjero, que venga inmediatamente, que lo quiero aquí en mi presencia.
    
    Unos instantes después, Joaquín, el ...
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