Paola Cap I. Infiel por Venganza
Fecha: 19/05/2020,
Categorías:
Infidelidad
Autor: dantestr, Fuente: RelatosEróticos
... pero disfrutaba imaginándose esas complicadas maquinaciones. Lo que no sabía era que su resoplido y la corta discusión con el marido habían estado muy cerca de cumplir su objetivo.
Paola tuvo una sensación similar a la que experimentaba cada vez que recordaba lo sucedido en San Esteban. Se sintió admirada y en cierto modo indefensa ante los deseos masculinos. No en especial ante los de su viejo vecino, sino ante los de cualquier hombre. Le había pasado días atrás con el propietario de un sexshop, que la había espiado ocultamente mientras ella se cambiaba de ropa en el probador. A ella no le cabía ninguna responsabilidad en eso, pero el hecho era que la había contemplado semidesnuda. Aquel senil degenerado se había excitado mirándola incluso cuando ensayaba poses ante el espejo. Y eso la volvía indefensa, pero a la vez más sensual y atrevida. Pensar que había expuesto su cuerpo para satisfacer los morbosos impulsos de un individuo incapaz de tener nunca una mujer como ella, le hacía sentir un placer extrañamente culpable. Y lo más raro era que recurría a ese recuerdo para hacer más placenteros los encuentros amorosos con su marido. Sin embargo, se mantenía tranquila; no se sentía responsable ni culpable por lo que le pasaba, y jamás le seria infiel a Juan Carlos. Pero no renunciaba a las nuevas sensaciones que había descubierto. Y no le desagradaba sentirse deseada por su viejo vecino.
Llegaron a la fiesta a eso de las once de la noche. Dejaron el auto en el ...
... estacionamiento interior de la finca y caminaron por los hermosos jardines que conducían a la mansión. A medio camino se cruzaron con un tipo muy moreno ―casi mulato―, vestido con ropa d trabajo sucia y que empujaba una carretilla. Tendría unos cuarenta años, y su rostro era huesudo y demacrado.
―Buenas noches, señor ―musitó al pasar.
―Omar ―dijo Juan Carlos, alzando una mano para que el hombre se detuviera―, estacioné el auto al costado derecho de la entrada, preocúpate de que ningún idiota me deje encerrado.
Había empleado el tono desdeñoso con que se dirigía siempre a la gente que consideraba socialmente inferior.
―Por favor ―dijo Paola.
Juan Carlos la miró extrañado, y le dio la espalda al jardinero.
―No te preocupes, mi amor, le pagan para eso ―dijo, sin importarle que el hombre lo escuchara.
Después de tanto tiempo, Paola había entendido que no servía de nada llamarle la atención por esos arranques de altanería. Además, esa era su noche, y no quería echársela a perder.
La mansión estaba toda iluminada. Ante la fachada había un grupo de personas ocupadas en recibir a los invitados. Ya en ese momento, Paola advirtió que su figura era como un centro magnético al que concurrían todos los ojos masculinos. Todos los hombres la miraban por igual, garzones, hombres de esmoquin y uno que otro chofer que había logrado colarse en el cóctel. Lo hacían de forma respetuosa y disimulada; los invitados, por su nivel de educación; los demás, por el temor de perder su ...