1. Choque Térmico (Frío)


    Fecha: 25/06/2017, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... tranquilamente por la calle o te aborden en la escuela o en el trabajo o en cualquier otro lugar en el que lo que menos esperas es eso. Es verdaderamente molesto.
    
    Al día siguiente fui a buscar al Señor Pozos a su oficina.
    
    —Siento haberlo ofendido, Señor Pozos; me gustaría que limáramos asperezas... Le traigo una ofrenda de paz.
    
    —Humm... —Él estaba bastante resentido conmigo, vaya si se le notaba. Siguió muy metido en lo suyo y fingiendo una total indiferencia—. Déjelo por ahí... Pierda cuidado, yo no soy rencoroso... —me dijo sin siquiera voltear a verme.
    
    Dejé el sobre encima de su escritorio y me despedí con un ademán. La humildad de mi semblante era totalmente fingida, en cuanto di la vuelta para salir de su oficina tuve que llevarme la mano a la boca para no soltar la carcajada; así, intentando guardar la compostura, salí del lugar. Afuera de su oficina, mis pasos se fueron haciendo más cortitos y lentos. No me había alejado mucho cuando oí su grito:
    
    —¡Pinche vieja culera!
    
    No pude evitar girar mi cuerpo. Lo miré salir de su oficina y en la puerta de la misma, lo miré alzando el puño amenazante para luego romper furioso los papeles que llevaba en la mano.
    
    Yo me hice la indignada ante lo que acababa de ver y luego me alejé a toda prisa. Si antes la cosa parecía involucrar sólo a unos cuantos, a partir de ese momento toda la oficina se dio cuenta de que había una guerra declarada.
    
    —Pero, ¡¿cómo fuiste capaz de hacer eso?! —Las visitas a la oficina ...
    ... de mi hermano eran tan frecuentes como las de un niño problema a la del Director de la escuela.
    
    —Era una ofrenda de paz...
    
    —¿Una ofrenda de paz?... ¡Era un cupón de descuento de una funeraria, por Dios!
    
    —Se lo merece el maldito viejo verde, pocos huevos. No solamente no puede asumir las consecuencias de sus actos y enfrentarme directamente, sino que tiene que venir de llorón con mi hermano para que sea él el que me regañe.
    
    —¿Qué dices?
    
    —Lo que acabas de oír. Sí, lo hice porque se lo merecía...
    
    Mi hermano se llevó las manos a la cara para que no se le acabara cayendo de vergüenza, se derrumbó en su silla. Su cabeza negaba constantemente a la vez que intentaba articular algunas palabras:
    
    —¡Sí serás...! ¡Sí serás...!
    
    Yo seguía muy metida en mi papel de indignada.
    
    —Él nunca vino a quejarse de nada... Ni siquiera sabe que eres mi hermana...
    
    —¿Entonces, cómo...?
    
    —Tu amiga, con la que vas al comedor fue la que me lo dijo la primera vez. Luego, cuando fuiste de espontánea a disculparte ofendiéndolo, me lo dijo la propia secretaria del señor Pozos, que es muy buena amiga mía y los escuchó detrás de la puerta, como buena chismosa que es... Y de esta última... ¡Por Dios, toda la oficina se enteró!...
    
    “Trágame, tierra”, fue lo único que atiné a decir en mis adentros.
    
    —Por último... Lo siento mucho, pero tendré que tomar medidas al respecto. Tú hostilidad hacia el Señor Pozos, por muy generada que haya sido por malentendidos, no la puedo pasar por ...
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