Noche de pasión en Lisboa (I)
Fecha: 01/10/2017,
Categorías:
Sexo Oral
Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos
Era un jueves al mediodía; me encontraba en la zona de Lisboa, en Portugal, por motivos de trabajo, y debería estar alrededor de 3 semanas con aquel proyecto. Estaba supervisando el montaje de una serie de máquinas en una fábrica de la zona, y se me vino encima la hora de comer. No era la primera vez que me encontraba por la zona, ya que por motivos laborables viajaba hasta allí con cierta frecuencia, y sabía que en Portugal, al igual que en el resto del mundo, excepto en España, si a las 12:30 no estás en la mesa… directamente no comes, así que como ya estábamos al filo de las 12:20 y el restaurante del polígono estaba un poco alejado, salí apurado y sin cambiarme la ropa de trabajo.
Cuando llegué al restaurante, para mi desesperación, estaban todas las mesas ocupadas y sabía que no se iba a desocupar ninguna en bastante rato, pues todos los comensales tenían la misma pinta que yo, trabajadores que estaban haciendo su alto para el almuerzo, así que acababan de ocupar las mesas. Llevaba todo el día, desde las 7 de la mañana con un café con leche y un bollo, y no había tenido tiempo de tomar otra cosa, ya que el trabajo se estaba complicando un poco, y si no me sentaba a comer pasaría el día en ayunas hasta la hora de la cena. Paseé la mirada por el local a ver si veía algún conocido con el que poder compartir mesa, pero no reconocí a nadie. En una mesa de cuatro comensales estaba sentada, sola, una mujer que rondaba la cincuentena, elegantemente vestida de hombre. Pensé: ...
... “el no ya lo tienes, arriésgate y con un poco de suerte puedes comer y no hacer ayuno todo el día”. Me acerqué a la mesa y dirigiéndome a la señora con toda corrección, la interpelé:
—Discúlpeme el atrevimiento, habla Ud. Portugués?
—Si, por supuesto, qué desea?
—Verá Ud. no pretendo importunarla y si así fuese, solo tiene que decírmelo y me retiro, reiterándole mis disculpas. Tengo poco tiempo para el almuerzo, como ve, el restaurante está completamente lleno, y si no es molestia, le agradecería infinitamente me permitiese compartir mesa con Ud. para comer.
La señora me miró de arriba abajo y aunque mi atuendo no se correspondía en absoluto con el suyo, debió notar que no llevaba segundas intenciones y que realmente, solamente deseaba poder almorzar, así que viéndome a los ojos me contestó:
—Por favor, tome asiento, tendré sumo gusto en compartir la mesa con Ud.
—Créame que el placer será totalmente mío, señora. Permítame presentarme: Alfredo, a su servicio.
—Amalia, mucho gusto en conocerle.
Nos trajeron la carta y dada la peculiar forma de servir en Portugal, cuando se ordena un plato, por defecto, esa ración es siempre para dos personas, en caso de comer solo, se debe pedir “media dosis”, acordamos compartir un bacalao al estilo de la casa, con toda la parafernalia de arroz blanco, patatas y demás. Yo ordené que nos trajesen una botella de vino tinto de la región del Alentejo para acompañar la comida (en Portugal el bacalao siempre con tinto, allí ...