1. Una pajita a ciegas


    Fecha: 16/06/2020, Categorías: Incesto Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    ... acerqué mi olfato a su culo, un culo carnoso, firme y bien trabajado, me acabé en las manos de tanto apretármela procurando no emiti ni una pizca de ruido. Me las limpié en su sábana de abajo, y tras quitarle del todo la de arriba hice un gran esfuerzo por sacarle la bombacha.
    
    Lo hice de a poco, despacio, lentamente, con el corazón martillando en mi pecho, alternando tamaña adrenalina con algo de paja, tramo a tramo y sin perderme detalles.
    
    Cuando llegué a sus rodillas le lamí la cola, y en ese exacto momento Ruth despierta, o finge hacerlo, cosa que, para el caso daba igual.
    
    Cuando su voz renació en el silencio diciendo:
    
    ¡sacamela toda, dale, olela y tocate cochino!
    
    Me subí de lleno a su favor, y en cuanto la tuve en las manos agregó:
    
    ¡ponetela, ahora, y no pares de pajearte, dale, que ninguno de los dos nos vemos, y no pienso prender la luz!
    
    Mi slip voló por el aire, y su bombachita ocupó su lugar, después de haber pasado por el testeo de mi nariz y lengua.
    
    La fragancia de su vagina era una droga afrodisíaca que se mezclaba con el de un sudor supremo.
    
    De repente Ruth me manotea el pedazo mientras yo me masturbaba de pie, bien pegado a su cama, y acerca su cara a mi pubis.
    
    ¡sos un pibito pajero nene, y me encanta! Pero ahora quiero tu leche en mi boca!
    
    Me escupió desde la panza a los huevos, mordió su bombachita gimiendo al tener los sabores de su vulva tan a mano, me pajeó ya sentadita en la cama y me refregó su par de tetas en la pija, las ...
    ... que nunca me podía imaginar tan grandes.
    
    ¡tocalas nene, dale, avívate un poquito, pajeate en mis tetas primito!, dijo cuando mis oídos se distraían con unos soniditos que provenían de entre sus piernas. Seguro que se re tocaba la pajera!
    
    Cuando mi pene entró en el paraíso de su saliva, sentí que se me venía el mundo encima de tantas cosquillas, escalofríos, subidones de un calor y una resequedad en los labios que me alertaba. Pero me la succionaba, me lamía desde los costados, de arriba hacia abajo, hundía su lengua en el cuero para rozar mi glande, besaba mis bolas, me abría los glúteos y me mataba de deseo cuando su boca la soltaba de golpe para atraparla con la misma inmediatez.
    
    Le bañé la cara de leche mientras el tío Oscar golpeaba la puerta para saber si teníamos luz, ya que al parecer en la calle no había, y en el momento en el que Ruth pedía insurgente:
    
    ¡dame esa leche cieguito calentón, dale que es mía, porque vos te pajeaste con mi olor, dame lechiiiitaaaa!
    
    Corrí a mi cama todo lo rápido que pude, porque el tío decidió entrar al cuarto al no obtener respuestas de nosotros.
    
    Me hice el dormido a la vez que escuchaba al tío rezongar a media voz:
    
    ¡Nena, qué hacés así en bolas chiquita!
    
    Y, acto seguido me empecé a pajear con todo, solo que boca abajo para hacerle el amor al colchón, mientras oía unos besos, gemiditos, respiraciones cada vez más aceleradas, y a la voz de mi primita decirle:
    
    ¡Así, meteme los dedos, y comeme las tetas pa, dale que ...