1. EL SECUESTRO DE CAROLINA II


    Fecha: 03/10/2017, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... compañeras miraban embelesadas y Lucía abrió un poco más las piernas para que vieran cómo salía un hilo blanco de su interior. "Ya está; luego tiras del hilo, lo sacas y te pones otro". A Carolina todo eso le pareció muy fácil. Un día, pidió a Lucía un tampón para intentarlo pero, al ir a meterlo, notó un mareo y algo de dolor, así que lo dejó. Desde entonces, no había vuelto a intentar meterse nada dentro de su cuerpo. Las siguientes palabras del hombre la devolvieron a la terrible realidad. - Ahora, pequeña zorra, me vas a describir cómo son tus tetas, y hazlo bien porque comprobaré personalmente si lo haces adecuadamente o no. "¿Cómo puedo describir mis tetas?"- Carolina pensó que ese tipo quería oír cosas que le excitaran y, con el miedo de recibir algún golpe más, se esforzó en sus explicaciones. Entrecortadamente contestó: - Son pequeñas y…. redondas. Aún uso sujetadores del tipo… deportivo. Mis pezones están…… abultados… ; bueno, lo de alrededor está abultado, y son marrones. - ¿Se te suelen poner duros los pezoncitos? - Cuando me ducho o hace frío a veces se me endurecen; y otras veces…… también les pasa eso, sin ninguna razón. -¡ Quítate la chaqueta del chándal! Carolina sabía lo que iba a pasar y lloró más, pero obedeció. Lentamente se quitó la prenda y la dejó caer en el suelo. El bulto del hombre parecía engordar por momentos. J. se acercó un poco más a ella. La miró fijamente mientras respiraba con agitación. Carolina tenía los brazos pegados a sus costados. ...
    ... Temblaba. Estaba horrorizada. Le miró desde abajo con sus ojos llorosos pensando en darle lástima, pero sabía que nada de lo que le hiciera la iba a salvar. J. agarró con sus fuertes manos el cuello de la camiseta de Carolina y tiró de ella. La tela se rasgó por el medio y, ante él, apareció un sujetador blanco, que agarraba unas pequeñas y redondas tetas. No se le notaban los pezones. Sólo le quedaba hacer una cosa más: levantó el cuchillo que había estado sujetando durante todo ese tiempo y, sonriendo, lo acercó al cuerpo de Carolina; lo metió por delante del sujetador y lo cortó. Había valido la pena la espera. Ahí estaban las preciosas tetas de esa niña. Las había descrito muy bien: eran pequeñas, podía abarcar cada una de ellas con una de sus manos; gracias a ese pequeño tamaño se las veía turgentes, duras, en proceso de formación aún. Los pezones tenían unas aureolas grandes y, sí, se las veía abultadas. El pezón, en cambio, no estaba erecto; se le veía pegado a la teta, sin apenas sobresalir. Tiró el cuchillo lejos y se abalanzó sobre ellas. Empezó a tocarlas con ansiedad; no era tocarlas: las apretaba con mucha fuerza. Notaba la dura carne de los pechos entres sus dedos. Quería hacerle daño y lo estaba consiguiendo. Carolina lloraba y suplicaba; nunca había sentido un dolor así en esa zona tan delicada de su joven cuerpo. Con el índice y el pulgar de sus manos, J. agarró los pezones escondidos y los apretó. Tiró de ellos, los quería endurecer, quería tener la suficiente ...
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