1. Adoro a mi mujer, mi bella madre !


    Fecha: 25/06/2020, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... ella lo notó y me lo hizo saber. Era extraño que quisiera estar ayudándole en las labores de la casa y ofreciéndome para hacer lo que fuera con tal de estar a su lado. Para acabar de dañarme la mente, ella permanecía en casa con unos pequeños shorts de tela muy liviana que se partían en medio de su vulva y entraban ligeramente en medio de su precioso culo. Usaba unos tops que me dejaban observar su vientre hermoso con ese ombligo profundo que no tardaría en chupar hasta enloquecerme. Calzaba unas sandalias que le iban perfectas a la belleza de sus pies largos, delgados y con unos dedos divinamente arreglados y sus uñas pintadas de varios colores nacarados. Y esa parte de su cuerpo despertó en mi, un fetichismo que me trajo toda la complacencia, sobre todo cuando ella al regresar de su trabajo, se descalzaba y sentándose en el sofá procedía a masajearlos puesto que la altura de sus tacones le cansaba un poco. Una tarde cualquiera le pedí que me dejara darle su masaje, a lo cual no se rehusó. Tomé un poco de crema en mis manos y procedí a esparcirla por sus plantas, dedos y tobillos, acariciándolos suavemente, y tratando de disimular la excitación que me producía el contacto de sus hermosos pies. Esa primera vez comprobé como el contacto de mis manos le causaba una sensación de placer que tampoco pudo ocultar, puesto que su respiración se notaba agitada. Había vestido una pijama de tela vaporosa que le llegaba hasta las rodillas, por lo cual le pedí que se recostara en el sofá ...
    ... totalmente, mientras yo desde la esquina opuesta continuaba con mi labor supuestamente para desestresarla. Estuve frotando sus pies por lo menos una media hora, y poco a poco fui subiendo mis manos hasta la altura de sus pantorrillas, y sin poder evitarlo al encoger sus piernas dejó ante mis ojos toda la belleza de sus muslos y su ropa interior, por lo que ella procedió a cubrir su intimidad con la pijama pero descubriendo un poco mas sus muslos, algo que me dejó atónito, puesto que el grosor de éstos, y una ligera celulitis en la cara interna de sus piernas eran algo demasiado provocativo para todo lo que se fraguaba en mi mente al comenzar a verla con toda la lascivia y falta de pudor. Esas supuestas atenciones se repitieron los días siguientes, en un contubernio en el cual ella disfrutaba mis caricias, mientras yo aumentaba el deseo por tenerla conmigo, en esa actitud en la cual la suavidad de sus pies, la belleza indescriptible de estos y el espectáculo de sus piernas hacían que una vez acabara buscara cualquier pretexto para masturbarme en su nombre. Una tarde no resistí y viéndola ligeramente adormecida, luego de limpiar la crema de sus pies, los acerqué a mi boca, pasando mi lengua suavemente por su empeine y sus plantas, chupando sus dedos imperceptiblemente, ante lo cual Sofía retorciéndose me miró riendo y me dijo que esas caricias jamás las había sentido y que le producían una cosa muy rara… no dije nada, y mordí suavemente sus deditos, diciéndole que eso no tenía ...
«12...456...12»