1. Nadie me ha trastornado tanto como Alexandra (Parte 2)


    Fecha: 05/07/2020, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Profesor81, Fuente: CuentoRelatos

    Y es que ese jueves cambió para siempre mi relación con Alexandra. Fue un punto de inflexión en nuestra extraña relación y el principio de un cambio radical que ocasionó que me obsesionase más por ella y que dicha obsesión me produjera cada vez más morbo y deseo fetichista. Ese jueves con su jersey gris y camisa blanca iba a ser el principio de algo que a día de hoy me sigue pareciendo alucinante y aún no me creo que llegase a pasar todo lo que pasó.
    
    Solo sé que al ver que ella no reaccionó mal a mi beso en su cuello (en realidad ni bien ni mal, no reacciono simplemente, permaneció como siempre fría, distante y antipática como si nada hubiera pasado) pero eso me dio mucho valor para a continuación seguir explotando todo ese deseo morboso contenido que tenía por ella.
    
    Por lo que unos segundos después de ese beso en el cuello le dije: “Alexandra, levántate”, ella no reaccionó, estaba como en babia absorta en sus pensamientos y como si no hablase con ella. Por lo que volví a repetir: “Alexandra, por favor, levántate” y yo mismo la forcé a levantarse ayudándola con mis manos. Ella se quedó de pie impasible, fría, distante, callada, borde, inaccesible y con ese gesto de antipatía que siempre había en su rostro. Lo cierto es que era una chica muy rara, extremadamente rara, pues por una parte de su rostro no desaparecía esa especie de altivez con esa pose arrogante, engreída, soberbia y orgullosa como con superioridad moral pero, por otra parte, se dejaba besar y hacer lo ...
    ... que yo quisiera hasta ese momento. Era un cocktail muy raro. Una chica muy rara pero precisamente eso era lo que le daba tantísimo morbo y que fuese tan apetecible, más que ninguna otra chica.
    
    Y todo eso me excitaba, me excitaba mucho, más que ninguna otra de mis alumnas, cierto que la mayoría de mis alumnas tenían la edad de Alexandra (18 años) y probablemente algunas fuesen más guapas y estuviesen más buena que ella, pero ninguna desprendía tanto morbo como ella. Sobre todo porque a pesar de su aparente madurez, seriedad y frialdad estaba seguro de que era todavía virgen, segurísimo, desprendía virginidad por los cuatro costados, se notaba, y eso acrecentaba mucho más el morbo y el deseo hacia ella.
    
    Y el verla ahí de pie delante de mí así tan alta (medía más de 1,70), ancha de hombros y espalda (por eso siempre le quedaban tan bien los jerseys con camisa), tan elegante, tan pija, tan guapa con sus ojos verdes y su cara redondita hacía que yo estuviese cegado completamente por ella. ¿Qué apenas tenía tetas por lo poco que se marcaba en ese jersey gris? sí, es cierto, pero me daba igual pues todos sus demás encantos me tenían loco.
    
    No dejaba de mirar los cuellos de su camisa por fuera del jersey, siempre me encantaba fetichistamente sacárselos por fuera del jersey, y le dije: “te quedan muy bien así los cuellos de la camisa por fuera del jersey, deberías llevarlos siempre así, estás más guapa y elegante”. Ella no contestó ni dijo nada. Fría sin decir nada y con ese ...
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