Solitos en la casa
Fecha: 05/07/2020,
Categorías:
Infidelidad
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
... aquello los atacaría. Incluso se hizo pis encima!
Pero cuando salió de su estupor, cuando logró tomar aire y juntar valor para mirar hacia la inofensiva pared, no había más que una pared, tan cálida y blanca como siempre.
¡vés? No hay nada Romi… tranquila, que yo estoy con vos! Mirá nena, te diste cuenta de que te hiciste pichí?!, le dijo Lisandro, teniéndola acurrucada sobre su falda, sin comprender el por qué de la erección de su pene bajo su ropa. El perfume de Romi lo excitaba, pero también saber que la tenía aterrada, llorando, con la boca seca, el cuerpo frío y el vestidito mojado.
¡sacate el vestido y la bombacha Romi, y las medias… dale, y te metés en la cama, total no hay luz, y yo no te miro, te parece?!, sugirió el chico mientras ella intentaba levantarse, confundida por el calor de su hermano y la fricción de su pene en sus glúteos, aunque no pudiera pensar con claridad en eso.
Lisandro le sacó el vestido y las medias.
¡la bombacha también Romi, no seas cochina, sacatelá!, le dijo luego, ayudándola a recuperar el equilibrio con sus hombros fuertes.
Pero de nuevo un rayo hizo estremecer a la chica, y él la abrazó entera, sin importarle su desnudez. Su pija empalmada se apretó contra su vulva, su pecho palpitaba junto a los melones de su hermana y sus mejillas estuvieron pegadas, sin hablarse pero respirando de los fulgores de sus cuellos, del pelo castaño de Romi y del alboroto de las hormonas de Lisandro.
Finalmente él le sacó la bombacha ...
... mientras ella se secaba las lágrimas con su vestido, y la acostó para entonces arroparla con las finas sábanas de seda y gasa, de las que sus padres se enorgullecen a diario.
El chico le acarició el pelo, la cara, los labios y la panza sobre el acolchado. También los pechos que sólo quedaron cubiertos por la sábana.
Ella no podía notar que Lisandro estaba extasiado, pero no por el miedo. Saber que su hermana estaba desnuda, indefensa, muerta de terror y a tan pocquita distancia de su ser, hicieron que su mano entre un par de veces en su calzoncillo para apretarse la puntita del pito hinchado como nunca, como no asumiendo tamaña realidad.
¡Romi, voy a llevar tu ropa mojada al lavadero, y te traigo agua, querés?!, dijo servicial el chico.
¡Pero ni se te ocurra tardar nene, porfi!, exclamó ella poniéndose boca abajo, para no mirar hacia ningún rincón posible.
Lisandro bajó las escaleras, se detuvo en el lavadero para oler el vestido, las medias y la bombacha de Romina y se pajeó durante unos breves minutos.
Los truenos y relámpagos no cesaban. El viento silbaba inclemente, la luz no volvía y, las velas, bien gracias. Solo había una encendida en el cuarto de sus padres.
Ahí Lisandro tuvo una idea fantástica para asustar aún más a su hermana. No es que lo quisiera, pero necesitaba hacerse el aterrado para buscar su compasión, o mejor dicho, sus mimitos.
Subió a toda prisa las escaleras con una falsa alucinación, exagerando sus agitaciones, y en cuanto llegó a ...