Mi casera me la chupaba estando en la Universidad
Fecha: 14/07/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Antonio Alexilo, Fuente: CuentoRelatos
... ella y se veía bastante más envejecido que ella. Don Pablo siempre estaba preocupado por algo y parecía que se asustaba fácilmente. En una tarde de cervezas, estando solos don Pablo y yo, él me contó algo íntimo en confianza, pidiéndome discreción; con el alcohol se desahogó contándome cosas más bien privadas... me dijo don Pablo.
—Antonio, me siento tan distinto de cuando era joven y fuerte como tú eras ahora, ¡sabes!, no tengo una erección desde hace más de seis años y mis testículos parecen haber encogido —Don Pablo tomó un buen trago de cerveza y continuó—solo siento algo de placer al recordar; tanto es así que a veces ojeo revistas de hombres desnudos, ¡no pienses mal!; las miro porque al ver esos miembros me acuerdo de mí mismo; ¡mis locuras Antonio!
—No son locuras don Pablo, todos necesitamos llenar nuestra vista y nuestra mente con sueños, cada uno a su manera, pero, ¿Por qué no toma alguna pastilla para la erección?
—Ya las estuve tomando y no me fue bien, porque, aunque mi pene crecía, no sentía deseo y, al hacerlo sin deseo era como si no fuera yo el que lo hacía y se me desempalmaba de golpe, como un acto reflejo de algún problema psicológico que tengo que tener, o solo es la edad. Tan inexistente es el deseo en mí que, cuando veo el cuerpo de mi mujer desnuda, ¡que todavía tiene un cuerpazo!, no solo no me empalmo, sino que, ya no me importa no poder; es como si deseara sentirme así, como si con el tiempo hubiera cambiado. Cecilia dice que lo que me ...
... ocurre es que "mi fuego" se apagó con la edad y eso es todo, pero que aun así ella me quiere. Aunque tengo que consolarla muchos días con los dedos Antonio, ¡es mucha hembra!, para no darle placer; además ella siempre ha sido muy fogosa.
Tras aquella confesión sentí pena por don Pablo, creyendo yo que los problemas habían podido con él y que lo habían hecho "replegarse" sobre sí mismo.
Doña Cecilia me demostraba constantemente la vitalidad que tenía, fruto sin duda del deseo reprimido durante los seis años que hacía que su marido no la penetraba. Su sonrisa nerviosa y su mirada intensa delataban lo necesitada que estaba de que "le dieran cariño". Vestía bien, bastante elegante, pero desde mi llegada fue poniéndose cada vez ropa más picante, luciendo vestidos cortos que me mostraban sus muslos en posturas sensuales. Cecilia me decía halagos en plan cariñoso, eran piropos como estos:
—Antonio, pero cómo puedes ser tan guapo, pareces un modelo jovencito, habrás dejado más de una novia en el pueblo… etc.
Viendo a Cecilia tan exultante en mi presencia y, sabiendo lo de su marido, sentía como si "aquel campo" no tuviera dueño y pensar en ello hacía que mis testículos sintieran correr el semen en su interior agrandándolos. Me daba algo de vergüenza sentir ese deseo casi animal, pero no deseaba controlarlo.
Elisa, la hija de ambos, era una mujer de treinta y seis años, el doble de años que yo, con carrera universitaria y con un trabajo por las tardes. Elisa era una mujer ...