Cuando sonó el móvil
Fecha: 29/07/2020,
Categorías:
Confesiones
Autor: arganillo, Fuente: CuentoRelatos
Cuando sonó el móvil, me apresuré para dejarla con la venda en los ojos, atada de manos y piernas, tendida sobre la cama. Sólo llevaba puesto un conjunto negro de braguita y sujetador y, el rubor de la incertidumbre en sus mejillas. Antes de marchar le besé la boca, la noté inquieta y respiraba agitada. La habitación estaba iluminada por un ventanal amplio, las cortinas dejaban pasar la luz del atardecer.
Recogí al desconocido en la entrada del hotel, me sorprendió su rudeza. Era un señor de unos 50 años, corpulento y velludo, con una barba cerrada pero bien afeitada, el pelo que le sobraba en su cuerpo le faltaba en la cabeza. Olía a recién aseado y se intuía ligeramente perfumado. Intercambiamos algunas palabras mientas nos dirigíamos a la habitación. Soltó algunos objetos personales y nos adentramos en el dormitorio, al oírnos pasar, Patri se estremeció y quedó como petrificada. Me tumbe junto a ella, le acaricie el pelo y le volví a besar. Le pregunté si estaba segura y me respondió con un gesto afirmativo de su cabeza. Solté las cintas que sujetaba sus manos y le pedí al oído que se acariciara. Mientras, Javier, desde los pies de la cama con los ojos desorbitados no dejaba de observar.
Las manos empezaron a acariciar su cuello, bajaron a los pechos y enredaban con el elástico de sus braguitas. El juego se repetía una y otra vez, ahora un dedo, luego otro… entrando y saliendo del interior de su lencería, dejando a cada vuelta más y más a la vista. Javier seguía en ...
... pie, sus manos apretaban la entrepierna, que se antojaba a punto de reventar.
- Quiero que le enseñes a nuestro amigo lo bonitos que son tus pechos y cuanto te gusta acariciar tu sexo.
Mientras, una de las manos, en el interior del sujetador lo fue desplazando hasta dejar a la vista un sonrosado pezón y la turgencia del anacarado pecho, la otra separaba la braguita en la entrepierna dejando su sexo expuesto al observador. Las manos acariciaban su cuerpo. Las piernas atadas abiertas, se afanaban por separarse aún más, la humedad de la vagina brillaba en su sexo y los dedos revoloteaban alrededor de su inflado clítoris. Las caderas acompañaban los movimientos de sus manos al ritmo creciente de su excitación. Los dedos entraban y salían de su vagina abierta y, lubricados, acariciaban su enrojecido clítoris cada vez con más intensidad y fruición mientras sutiles jadeos escapaban de sus labios.
Javier, entre tanto, se había ido desnudando. Su polla estaba totalmente tiesa. Colocó su mano sobre la de Patri, que al contacto con la de él quedó paralizada, giró la cabeza hacia donde lo intuía, el rictus ofuscado delataba su sorpresa. Javier retomó con su mano lo que Patri hacía con la suya un instante antes. La tensión de su faz se fue suavizando, en unos segundos se le veía disfrutar con las caricias de aquel desconocido que se había apoderado de su sexo entrando y saliendo de él con sus gruesos dedos, lamiendo sus pezones que respondían erectos a sus caricias y apretando una ...