1. Pasó lo que tenía que pasar


    Fecha: 10/08/2020, Categorías: Incesto Autor: Mar, Fuente: CuentoRelatos

    ... ellos comienzan animadamente a hablar…de fútbol, como si se conocieran de toda la vida.
    
    Al poco tiempo estaban de pie frente a mí. Me dije, se acabó el futbol. Abrí mis piernas con todo el descaro del mundo, dejando bien a la vista mi coñito depilado. Observé como, Román, así se llamaba, el camarero me miraba y empezaba a ponerse nervioso. Sin poderlo evitar su polla comenzó a tomar una cierta consistencia, que él intentaba evitar sonriendo como si no pasara nada, pero al poco tiempo, sabiendo que yo le estaba mirando, aquello creció ya de una forma imparable, hasta mi marido exclamó: ¡Pero chaval!. ¡Uff, me voy a dar un chapuzón, no sé qué me ha pasado!
    
    ¡Vaya si lo sabía!
    
    Yo también me voy a bañar, dije, y salí detrás de Román. ¿Te vienes?, pregunté hipócrita a mi marido. El como siempre, afortunadamente, optó por quedarse.
    
    Tenía ante mí el hermoso trasero de Román, delgado y fuerte, masculino, camino de la playa, su espalda y sus piernas musculosas, e imaginaba su miembro erecto, deseando entrar en el agua para volver a su estado normal.
    
    Ya casi en la orilla le llamé: Román. Se paró sorprendido, se volvió, y efectivamente, su sexo seguía teniendo una erección considerable.
    
    -Vaya, Román, vaya secreto.
    
    -Fíjate, normalmente no me pasa, pero no sé… contigo.
    
    -Da igual, Román, no te cortes, a mí me gusta
    
    -Pero, ¿y tu ...
    ... marido?
    
    -No ha querido venir. Allá él. ¿Nos bañamos?
    
    Entramos en el agua. Cogió mi mano. Atravesamos el rompeolas. El agua nos cubría hasta el cuello, y entonces se me quedó mirando, serio y guapo, me dijo: Esperaba desde ayer este momento. Puso sus manos en mi cintura y acercó su cuerpo al mío, noté cómo su polla erecta, dura, caliente a pesar del agua, rozaba mi vientre; recorrió mi espalda con sus manos, acarició mis tetas -me estaba volviendo loca- y lentamente las bajó hasta tocar mi coño, empapado no sólo por el mar, me acarició despacio pero intensamente… yo acaricié su culo, sus nalgas, toqué su ano -me encanta- y llevé mis manos a sus huevos, pegaditos a la raíz de su sexo, y a su polla, dura como una piedra, palpitante.
    
    Métemela, le dije, métemela ya, no puedo más. Su polla me quemaba por dentro, abrí mis piernas colgándome en su cintura y dejé que me penetrara hasta el fondo. ¡Qué fuerza, qué pasión! Sentía su sexo dentro de mí, sus testículos chocando con mi culo, el agua acariciándonos y moviéndose al mismo compás que sus embestidas. De pronto sentí un chorro caliente en mi vagina, vi su cara rota de placer y sentí sus manos aferrándose a mi culo.
    
    Lentamente su polla se fue deslizando fuera de mí. Nos besamos. Salí del agua.
    
    Diez minutos, un cuarto de hora, no más, había durado el encuentro. Me prometí que no sería el único. 
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