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Maniatado
Fecha: 23/08/2020, Categorías: Hetero Autor: naita, Fuente: RelatosEróticos
Le vendé los ojos y lo llevé a la habitación, sólo pudo percibir el olor a rosas. Lo dejé de pie y me separé de él. Al no oír nada empezó a llamarme hasta que le dije que se calmara, que estaba ahí con él. Puse mis manos en su pecho y paseé mis dedos suavemente, sintiendo el tacto de su piel. Pude ver como sonreía. Cogí su jersey y se lo quité, lentamente. Al ver su pecho descubierto mis manos se posaron de nuevo en él. Me gustaba tanto tocar su cuerpo… Me acerqué a sus labios y le besé. Le acaricié la cara y volví a besarle mientras lo abrazaba con fuerza. Lo senté en la cama y le quité los zapatos. Volví a ponerle de pie y le desabroché los pantalones para así desnudarlo completamente. Mis manos acariciaron su pene y sentí como ardía su sexo. Le tumbé en la cama muy despacio y le besé. Me cogió de la cintura para que no me separase de él pero aparté sus manos y me puse de pie. Le até las manos a la cama y le quité la venda de los ojos. Ahí, de pie frente a él, empecé a desnudarme lentamente. Dios… ¡¡Cuánto me gustaba que me mirara lascivamente!! Me puse encima de él y se acercó rápidamente para besarme. Empecé a acariciarle, sólo quería tocar su cuerpo, ver su cara con cada caricia. Y ...
... el deseo en mí aumentó. Mis labios besaron su cuello y fueron bajando, besé su pecho y seguí bajando. En cuánto estuve algo más abajo de su ombligo me detuve y empecé a lamerlo. Lamí su vientre, viendo como su cara iba cambiando. Lamí su sexo y oí como se le escapaba un gemido. Lo introduje en mi boca y empecé a chuparlo rápidamente. Oía como gemía y eso me gustaba. Paré y me senté encima de él, me excitaba hacerle todo lo que yo quisiera sin que él pudiera apenas moverse. Me fui acercando a él y le puse mis pechos en su boca, ¡él sí que sabía cómo volverme loca! Gemí mientras sentía su lengua en mis senos, moviéndose rápida y juguetona. Le dije que parara y me bajé de la cama. Cogí una silla y me senté de cara a él. Le dije que mirara lo que iba a hacer. Abrí mis piernas y metí mis dedos en mi sexo. Me masturbé bajo su mirada y… ¡Cómo me excitaba eso! Sabía que él tenía ganas de tocarse, de tocarme, de entrar dentro de mí y no podía hacer nada de eso. Seguí masturbándome hasta el final y me corrí bajo su atenta y morbosa mirada. Me acerqué a la cama, me senté en el borde, incliné mi cabeza hacia él y le susurré al oído: - ¿Quieres que te desate y me haces el amor cómo a ti te apetezca?
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