Inicios Sexuales
Fecha: 12/10/2020,
Categorías:
Masturbación
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
Me considero como una persona normal. No estoy ni gorda ni flaca, solo delgada. Tengo 22 años y un buen trasero, sin mentir. Se mantiene paradito y firme como manzana, a pesar de las incontables palizas que recibí de niña y adolescente durante años, cuando hasta el cinturón de mi padre caía sin misericordia en mis nalgas al aire. Pero da igual, algunas cosas no se corrigen nunca. Soy de estatura media, no soy chaparra pero definitivamente tampoco soy alta. Buenos pechos, firmes y duros. Me gusta mucho usar blusas de tirantes con buen escote, ya que siempre he pensado que no tendré el mismo cuerpo por siempre ¿Por qué no presumirlo un poco? Ya saben, soy una de esas chicas del montón que pueden hacer eyacular a cualquier hombre. Después de todo es una hazaña sin mérito, cualquier mujer puede lograrlo con un poco de esfuerzo. Hasta yo misma lo he logrado en varias ocasiones. Recuerdo la primera vez. Tenía como 14 años y fue con un amigo que nunca fue más que eso, un amigo. Me llevaba muy bien con él. Conversábamos abiertamente de todo y durante horas, y digamos que yo le debía algunos favores del colegio y en un giro de nuestras conversaciones le propuse con las hormonas al cien que a cambio yo podría ayudarlo a sacar su 'frustración'. ¿Por qué no? Fue un arranque de valentía y calentura, y ni siquiera nos besamos. Me quité la blusa y me quedé solo con la falda color guinda del colegio y un brasier blanco con maripositas azules que escondía un pecho redondito y firme, bastante ...
... desarrollado para mi edad. Me puse de rodillas frente a él y con el corazón en los oídos le desabroché el pantalón, mientras él no atinaba a hacer más que apretarme un pecho por encima de la tela del sujetador. Fue también la primera vez que vi un pene firme y duro. Saltó de sus pantalones y casi me golpea el rostro, maldita sea, fue hermoso. Lo sujete con mi mano derecha y sentí su calor y su textura, mientras mi otra mano se deslizaba casi inconscientemente debajo de mi falda al lugar en donde mi cuerpo suplicaba a gritos una caricia. Estaba tan excitada que tenía mojadas todas mis braguitas blancas, y la sensación de mover mis dedos sobre el algodón húmedo pegado a la piel era increíble. Me recreaba en todos los sentidos. Tal vez fue porque era el primero, o por lo pequeño de mis manos, pero tenía ante mí un pene enorme que ya me imaginaba siendo penetrada salvajemente por él. Lo recorrí de arriba a abajo una vez, y luego otra vez, y a la tercera me disponía a metérmelo en la boca y darle una buena chupada cuando la mano que me estaba sobando el pecho se prendió de él como si fuera la pinza de un cangrejo y escuché un gemido que pareció más de dolor que de placer, y el pene que estaba sujetando comenzó a dar saltitos en mi mano y un chorro de esperma salió disparado directamente a mi rostro antes de darme tiempo de nada. Que susto, no me lo esperaba. Creo que a esa edad ni siquiera sabía que los hombres eyaculan, o si lo sabía no lo recuerdo, solo recuerdo que fue un buen ...