LA HISTÓRIA DE MONTSE FERNANDEZ
Fecha: 11/12/2020,
Categorías:
Sexo en Grupo
Hardcore,
Voyerismo
Autor: reininblack, Fuente: xHamster
... así es que se juntaron y se dedicaron a joder.—¡Vaya, qué curioso! —contestó la joven, contemplando con la más infantilsencillez el gran objeto que todavía estaba entre sus manos, ante el desconcierto delmozuelo.—De veras que fue divertido, ¿verdad? ¡Y qué instrumento el suyo! ¿Verdad,señorita?—Inmenso —murmuró Montse Fernández sin dejar de pensar un solo momento en la cosa queestaba frotando de arriba para abajo con su mano.—¡Oh, cómo me cosquillea! —suspiró su compañero—. ¡Qué hermosa es usted! ¡Yqué bien lo frota! Por favor, siga, señorita. Tengo ganas de venirme.—¿De veras? —murmuró Montse Fernández—. ¿Puedo hacer que te vengas?Montse Fernández miró el henchido objeto, endurecido por efecto del suave cosquilleo que leestaba aplicando; y cuya cabeza tumefacta parecía que iba a estallar. El prurito de observarcuál sería el efecto de su interrumpida fricción se posesionó por completo de ella, por loque se aplicó con redoblado empeño a la tarea.—¡Oh, si, por favor! ¡Siga! ¡Estoy próximo a venirme! ¡Oh! ¡Oh! ¡Qué bien lo hace!¡Apriete más. . ., frote más aprisa. . . pélela bien. . .! Ahora otra vez.. . ¡Oh, cielos! ¡Oh!El largo y duro instrumento engrosaba y se calentaba cada vez más a medida que ellalo frotaba de arriba abajo.—¡Ah! ¡Uf! ¡Ya viene! ¡Uf! ¡Oooh! —exclamó el rústico entrecortadamentemientras sus rodillas se estremecían y su cuerpo adquiría rigidez, y entre contorsiones ygritos ahogados su enorme y poderoso pene expelió un chorro de líquido espeso sobre ...
... lasmanecitas de Montse Fernández, que, ansiosa por bañarlas en el calor del viscoso fluido, rodeó porcompleto el enorme dardo, ayudándolo a emitir hasta la última gota de semen.Montse Fernández, sorprendida y gozosa. bombeó cada gota —que hubiera chupado de haberseatrevido— y extrajo luego su delicado pañuelo de Holanda para limpiar de sus manos laespesa y perlina masa.Después eí jovenzuelo, humillado y con aire estúpido, se guardó el desfallecidomiembro, y miró a su compañera con una mezcla de curiosidad y extrañeza.—¿Dónde vives? —preguntó al fin, cuando encontró palabras para hablar..—No muy lejos de aquí —repuso Montse Fernández—. Pero no debes seguirme ni tratar debuscarme, ¿sabes? Si lo haces te iría mal—prosiguió la damita—, porque nunca más volvería a hacértelo, y encima seriascastigado.—¿Por qué no jodemos como el semental y la potranca? 63 de 107—sugirió el joven, cuyo ardor, apenas apaciguado, comenzaba a manifestarse denuevo.—Tal vez lo hagamos algún día, pero ahora, no. Llevo prisa porque estoy retrasada.Tengo que irme enseguida.—Déjame tentarte por debajo de tus vestidos. Dime, ¿cuándo vendrás de nuevo?—Ahora no —dijo Montse Fernández, retirándose poco a poco—, pero nos encontraremos otravez.Montse Fernández acariciaba la idea de darse gusto con el formidable objeto que escondía tras suscalzones.—Dime —preguntó ella—. ¿Alguna vez has. .. has jodido?—No, pero deseo hacerlo. ¿No me crees? Está bien, entonces te diré que. .. si, lo hehecho.—¡Qué barbaridad! —comentó la ...