1. El secreto de mi vecina Patricia


    Fecha: 13/12/2020, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... que le gusta la pija.
    
    β€” lo tuvo a los diecisiete años… ¿sabés que ahora se tiñó el pelo de negro? no sabés lo bien que le queda.
    
    β€” Jajajaja, altas pajas te habrás hecho con ella… Che, pará. ¡Ya llegamos!
    
    Se paró de un salto, y presionó el botón para indicarle al colectivero que bajábamos. Cuando yo me puse de pie, noté mi verga dura y empinada, que hacía que mi bragueta pareciera una carpa. Me la acomodé, mirando a todas partes, con miedo a que me vieran, y bajé del colectivo.
    
    β€” ¿Cuánto nos pasamos? β€” Le pregunté.
    
    β€” tres cuadras nomás. β€” contestó Juan. β€” El boliche es aquel. β€” dijo, señalando una esquina, a lo lejos. β€” ese de los vidrios negros.
    
    El barrio me daba mala espina. Había poca gente en la calle, y los que andaban por ahí, tenían cara de pocos amigos.
    
    Llegamos por fin al boliche en cuestión.
    
    β€” Pero está cerrado, Juan.
    
    β€” Callate salame. Está cerrado para los giles que vienen a escabiar o a escuchar música, para los putañeros está abierto las veinticuatro horas.
    
    β€” ¿Y el timbre dónde está?
    
    β€” Que timbre ni timbre. β€” dijo Juan, y comenzó a golpear el vidrio con una moneda.
    
    Cada vez que el metal chocaba con el vidrio, mi ansiedad crecía, pero pasaba el tiempo, y nadie salía a atendernos. Juan acercó su cara, para ver adentro.
    
    β€” Parece que no hay nadie che. β€” dijo, casi tan decepcionado como yo mismo lo estaba.
    
    Golpeamos varias veces más, pero nadie salía a atendernos. Notamos que habíamos llamado la atención de algunos de los ...
    ... vagos que rondaban por ahí, que ya nos miraban con curiosidad, así que decidimos desistir y volver a casa. Pero cuando estábamos llegando a la parada, Juan preguntó a un tipo que caminaba por ahí:
    
    β€” Amigo, ¿no conocés un puterío por acá?
    
    β€” ¿Un qué? β€” preguntó el hombre.
    
    β€” Un puterío. β€” repitió Juan, casi gritando, exasperado. Y para que el otro entienda bien agregó. β€” Putas, queremos putas para coger ¿Dónde hay?
    
    El tipo se encogió de hombros y se fue.
    
    β€” Ese pelotudo no sabe ni donde está parado. β€” dijo Juan, mordiéndose el labio.
    
    β€” ¿Pero no conocés otro lugar? β€” Le pregunté a mi amigo experimentado.
    
    β€” Sí, pero está en la rotonda de San Justo. β€” me contestó. Luego miró la hora en su reloj. β€” A ver, bancame que hago un llamado.
    
    Puso las monedas en el teléfono público. Habló unos minutos, y al cortar, se dirigió a mí.
    
    β€” Listo, ya le dije a mi vieja que no puedo ir a buscar a Cata al colegio.
    
    Su ánimo cambió rotundamente. Tenía tantas ganas de ponerla como yo, y el boliche vacío lo había desanimado y enfurecido, pero ya volvía a ser el mismo Juan alegre y burlón de siempre.
    
    Esta vez el viaje duró casi una hora.
    
    β€” Lo que no sé, es cuánto cobraran ahí. β€” comentó.
    
    β€” Yo igual traje más plata de la que me habías dicho, por las dudas.
    
    β€” Bien ahí Carlitos. Yo también. Cincuenta mangos tengo.
    
    β€” Ojalá que esta vez no nos encontremos con un local vacío.
    
    β€” Tanta mala suerte no vamos a tener.
    
    Llegamos a San justo a eso de las cuatro de la tarde. ...