1. Encuentro prohibido


    Fecha: 21/10/2017, Categorías: Transexuales Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    Viviendo solo, fue relativamente fácil tener una colección de lencería a mi disposición. Desde siempre me gustaron las tangas, los bras y las medias. Ahora incluso tenía tacones y un vestido rojo muy putón. Ahora recordé que teniendo muy poca edad, tal vez unos 12 o 13 años subía a la azotea de mi casa y en las jaulas de tendido me desnudaba y me ponía la ropa de una vecina que me parecía muy cachonda. Cada vez iba más lejos, la primera vez solo me bajé el pantalón y acaricié sus pantaletas eso me excitó a tal grado que tuve un orgasmo sin secreción obviamente era muy pequeño para eyacular. Después me quitaba la ropa y me ponía sus pantaletas, luego de varias veces, me aventuraba y me ponía su brasier y e inclusive me paseaba así por el lado más oscuro de la azotea, no olvidaré jamás la excitación de sentir el aire frío sobre mi cuerpo y las masturbaciones tan placenteras que logré. Una vez descubrí que mi madre tenía un bra y una tanga con lentejuelas, ambas doradas, hacían el juego perfecto. La idea de ella usándolas me disgustó. No así el pensar en ponérmelas. Una vez que estuve solo y de que me aseguré que mis padres no regresarían pronto esculqué sus ropas y me puse aquellas prendas deliciosas. me paseé por la casa, luego me puse alguna ropa encima y subía a la azotea. Me despojé de la ropa que ocultaba la lencería y caminé así por largo rato. !Que disfrute¡ fue delicioso. Pero. sentía la necesidad de ser visto, de tal vez ser ridiculizado, sorprendido y no lo sé, ...
    ... descubierto también. Encontré una vez a la mujer que hacía el aseo maldiciendo a mi madre. Eso, eso era lo que necesitaba. Mi perversión se desató. Mis padres salían con frecuencia, esperé con paciencia y me vestí con las ropas de lentejuela, sabiendo que la mujer del aseo se hallaba en mi casa. El corazón se me salía. La llamé. Ella vino a la recámara y yo estaba allí parado, vestido de puta, excitado a más no poder y poseído por el miedo y el placer. Me miró con sorpresa y gritó con fuerza: !que haces niño¡ yo respondí masturbándome. mira, le dije. Ella se ruborizó pero no se fue. Comprendí que ella quería mirar aunque algo dentro de sí misma le reprobaba lo que miraba igual que mi interior me reprochaba lo que yo hacía. Le mostré las nalgas, me abrí la tanga y mostré el resto, regresaba a mi posición inicial y le mostraba mi pene que ya era de buen tamaño. Tuve dos, tres orgasmos increíblemente deliciosos, intensos a tal grado que me cegaban. ella ya más tranquila, (o eso aparentaba) me miraba recargada en el marco de la puerta. Repetíamos la experiencia tantas veces como podíamos, ella añadió el hecho de acariciarse y de dejarme tocarla aunque de forma esporádica solo los senos que eran abundantes y firmes. Su estancia en mi casa fue breve y cuando se fue sufrí mucho pues mis experiencias con ella eran una delicia. Por diversas razones, suspendí mis aventuras, tuve varias novias a las que por supuesto jamás revelé mis gustos. Pasaron años hasta que me casé. Siendo novios, mi ...
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