1. Mi padre me cuida la verija


    Fecha: 21/01/2021, Categorías: Hetero Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos

    ... siquiera cuando ella ya fuera grande.
    
    La esposa había fallecido hacía un par de años y ahora Cristina era la única familia de Sabino.
    
    El hombretón abrazó a su hija. Sus lágrimas brotaron.
    
    —¡Pero mira nada más, que grandota ya estás! ¡Qué re chula m´ija! —le dijo con pleno orgullo Sabino.
    
    Ya tomando café, en la cocina de su casa, continuaron hablando.
    
    —Y cuéntame, ¿qué has hecho estos años? ¿Cómo van tus estudios? —le inquirió Sabino.
    
    —Pues... la verdad dejé la escuela —respondió Cristina.
    
    —Pero ¿cómo?
    
    —Sí, es que era yo re-burra y...
    
    —No digas eso, si me saliste tan inteligente como tu madre —le dijo.
    
    —En fin, me la he llevado vendiendo tamales y atole, y la verdad no me va tan mal —dijo y una sonrisa adornó su cara al decir las últimas palabras.
    
    —Pues desde ahora nada de eso, vas a volver a estudiar. Yo me voy a poner a chambear para que no te falte nada y puedas continuar con tu preparación —dijo con total seguridad Sabino.
    
    Su hija sonrió, aunque en su interior temía que su estilo de vida llegaba a su fin.
    
    Golpearon a la puerta. Sabino ya se había levantado a abrir cuando a la muchacha le cayó el veinte. Eran los “amigos” con quienes había quedado.
    
    —¡Yo abro! —gritó Cristina al mismo tiempo que se apuró a ganarle a su papá.
    
    Apenas a tiempo, fue ella quien abrió la puerta. Los tres jóvenes con caras sonrientes ya se disponían a entrar cuando la chica los paró en seco.
    
    —Me van a tener que disculpar pero hoy no se va a poder ...
    ... —les dijo.
    
    Uno de los jóvenes alcanzó a ver a Sabino en el interior y creyó que aquél les había ganado el turno.
    
    —¡Pero si ya habíamos quedado! —dijo el molesto muchacho.
    
    —Sí pero mi papá acaba de llegar así que... ustedes habrán de entender que... —dijo la inquieta chica.
    
    —Ah, es tu...
    
    —Sí, así que otro día, ¿sí? —les dijo al mismo tiempo que les cerraba la puerta en las narices.
    
    A Sabino le había cambiado el humor tras ver a aquellos mozalbetes.
    
    —¿Quiénes eran? —preguntó Sabino con recelo.
    
    —Ah... pues... unos amigos —respondió ella un tanto nerviosa.
    
    —No me vayas a decir que ya andas de novia. Sabes muy bien que no quiero verte comprometida hasta que hayas terminado una carrera. Los tiempos de ahora ya no son como los de antes. Si te quieres dar a respetar tienes que estudiar —dijo categóricamente Sabino.
    
    Días más tarde,La China, o Cristina, como la conocía su papá, estaba muy triste al dejar ese pueblo donde era tan afamada; su trabajo le había costado. Además, allí se sentía reconocida, apreciada e incluso necesitada. Sin embargo, ahora acompañaba a su papá a otro lugar a donde se mudarían por causa del nuevo empleo de su padre. Gracias a un viejo amigo, había conseguido trabajo en un rancho. Rancho Alegre se llamaba, e incluso allí tendrían donde vivir, pues les ofrecieron un cuarto. Sabino estaría a cargo de cuidar animales y ayudar en las labores de la huerta.
    
    Por otra parte, Sabino había inscrito a su hija en una escuela abierta para que ...
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