La vecina de Aldo
Fecha: 02/03/2021,
Categorías:
Bisexuales
Autor: cito63, Fuente: RelatosEróticos
... pecado. Cuando regresé a la habitación Sandra estaba echada boca arriba, debajo había puesto una toalla.
–Eres un animal, dijo, aunque en sus palabras no había reproche.
–Perdóname, dije yo, situando mis piernas entre las suyas y apoyándome en las manos, sin tocar su cuerpo. Perdóname si te hice daño.
Me miró con ternura, con un amago de sonrisa en los labios y me pasó la mano por la mejilla.
–Eres un animal, repitió con la sonrisa abierta.
–Es que me enciendes la sangre. Me haces perder el sentido. Quería correrme dentro de ti y sentir cómo te corrías tú, y no pude hacerlo, creo que se me han secado los testículos.
–Estás seco, pero no te rindes, ¿eh?, dijo al ver que el pene se mantenía semiempalmado. ¿Quieres que te haga correr y luego dormimos?
Se arrastró hasta que sus pechos quedaron justo debajo de mi polla; la tomó con la mano y comenzó a restregarla por los pechos, dedicando sesiones especiales a los pezones. Tardó en despertar pero al fin lo hizo, momento que Sandra aprovechó para llevársela a la boca. Apoyé los brazos y la cabeza en la cama y la dejé hacer. Comenzó a chupar con parsimonia, recreándose en cada movimiento.
–¿No vas a correrte?, me preguntó pasado un buen rato. Uuuummm, me gusta este caramelo, uuuummmm, qué rico.
–Quiero correrme en tu coño, dije yo al cabo de un rato.
Volvimos a la posición inicial, yo entre sus piernas y apoyado en las manos, contemplando su cuerpo. La punta del capullo rozaba su anhelante rajita. ...
... Nos miramos un momento con ojos llameantes.
–Si tuviera fuerzas para ello, te estaría follando hasta consumirme, dije en el momento de penetrarla.
Pensaba en lo que había pasado antes y no quería ser brusco. Me dejé caer sobre ella con delicadeza y nuestros cuerpos quedaron perfectamente acoplados. Permanecí quieto, esperando que ella iniciara el movimiento. Comenzó con un ligero meneo del culo y pronto empezó a presionar hacia arriba al tiempo que sus jadeos se hacían más persistentes. Yo la besaba allí donde alcanzaban mis labios y a cada jadeo o chillido suyo le taponaba la boca con la mía. Comencé a embestirla con furia, deseaba correrme ya, abrazarla tiernamente y permanecer así toda la noche, pero de nuevo no era capaz de conseguirlo. Sandra gritaba como una desesperada y me pedía que parase, y yo no podía parar, estaba impelido por una fuerza brutal y continuaba sin hacer caso de sus lamentos. Soltó un grito más fuerte y a continuación me clavó los dientes en el hombro; sentí un dolor agudo y levanté un poco la cabeza, tratando de zafarme de sus dientes que seguían presionando, entonces pude ver como dos grandes lagrimones se desprendían de sus ojos. Aquello me aflojó el ánimo y al instante empecé a soltar borbotones en una sucesión que parecía no tener fin. Sandra mordió con más fuerza mientras emitía gemidos ahogados y sus ojos continuaban llorando. Me volví de lado, sin salirme y la abracé con ternura.
–Perdóname, amor mío.
Besé sus ojos llorosos y se me ...