La vecina de Aldo
Fecha: 02/03/2021,
Categorías:
Bisexuales
Autor: cito63, Fuente: RelatosEróticos
... contacto de sus pechos, de todo su cuerpo y sus labios sedosos recorriendo mi piel.
–Me quedaría así todo el tiempo, dije, y ella me metió la lengua hasta el fondo de la boca.
–Estoy sudando y tú también, dijo mirándome a los ojos y sonriendo con una dulzura que me desarmaba. Vamos a ducharnos y prepararé algo de comer, tengo hambre, ¿tú no?
–Estando contigo no la siento.
Volvió a besarme y se levantó. Dejé que se duchara y luego lo hice yo. Cuando salí ella estaba en la cocina, se disponía a trocear un tomate. Se había puesto una camiseta de tirantes, supongo que de su marido, que justamente le cubría las nalgas. La contemplé un rato, el espectáculo era fascinante, embriagador, admiraba sus preciosas piernas, el pelo caído sobre los hombros, el nacimiento y buena porción de sus pechos se veía por arriba y por el costado, y los pezones se destacaban empujando la tela; el resto de su cuerpo se insinuaba provocador bajo la minúscula prenda. Parecía gustarle sentirse observada de aquella manera. Me miró de reojo y noté que se ruborizó ligeramente al verme completamente desnudo y otra vez empalmado, me había puesto a cien viendo aquel cuerpo de ensueño. Me acerqué por detrás y le clavé el mástil entre los muslos.
–Pero..., tú eres insaciable, criatura. Deja que prepare la ensalada y...
–Tenemos tiempo de sobra para hacer la ensalada y comerla.
Levanté la camiseta y continué restregando el pene entre sus muslos, acariciando los alrededores del vello púbico. ...
... Sandra comenzaba a jadear.
–¿No vas a parar?
–No puedo, dije.
No dijo nada más, se agarró con ambas manos al borde del fregadero y se echó hacia atrás. Sentí deseos de comer a besos aquel hermosísimo culo que tanto me fascinaba. Situé la punta del babeante pene en su ojete y comencé a masajear en derredor, luego presioné un poco y entró como un centímetro.
–¿Qué me vas a hacer?.
–Nada que tú no quieras que haga, amor.
Le pasé las manos por las nalgas y le dije: “este culito me fascina... ¿No quieres probar? Meto un poco, si no te gusta o te hago daño, me lo dices y lo dejamos”. No contestó y yo deduje que podía continuar. Toqué su rajita con los dedos y noté que estaba empapada; aproximé el glande y lo paseé adelante y atrás unas cuantas veces. Consideré que estaba suficientemente lubricado y de nuevo concentré toda la atención en el ojete. Comencé un mete-saca espaciado, penetrando cada vez un poquito más.
–Si no te gusta, lo dejamos.
–Es una sensación extraña, distinta, dijo después de un prolongado suspiro, pero me gusta.
Aquellas palabras me espolearon, aceleré las embestidas, aunque sin brusquedad y acabé metiéndolo hasta el fondo. Sandra comenzó a menear su lindo culito al tiempo que sus jadeos se multiplicaban. Con una mano empecé a trabajar su anegado coño y con la otra el pecho y pezón que alcanzaba.
-¡Ay, madre mía!, chilló; aaaayyyy, ¡qué placer! Ooooohhhhh.
Al principio creí que lloraba.
–¿Te hago daño, cariño?
–Noooo. Me ...