Sexo y memorándums
Fecha: 31/10/2017,
Categorías:
Confesiones
Autor: sonjia, Fuente: RelatosEróticos
Mi jefe era el típico abusón, siempre descontento con todo, muy exigente, sin dejar pasar ni una sola.
Yo hacía poco que trabajaba para él y me volvía loca pensando en como contentarle sin llegar a conseguir más que sentirme como una idiota.
Pero lo peor no era eso. Mi jefe me dictaba durante horas situado detrás de mi ordenador y mirando por encima de mi hombro a la pantalla.
Yo vestía normal aunque debido a mi físico rotundo, cualquier cosita que me ponga destaca mis atributos incluso aunque yo no quiera.
Un día, por el mes de julio, yo llevaba un vestidito que me marcaba mucho más de lo que a mi me hubiese gustado, sobre todo el escote, no podía evitar que mis pechos asomaran por mucho que yo los escondiese en cuanto tenía la ocasión. Ese día, todo y la compostura con que siempre procedía, noté que me miraba más de lo normal. Me sentí confusa al darme cuenta, sin saber si eso me gustaba o me incomodaba. La mañana transcurrió como de costumbre y cuando faltaba una hora para salir, mi jefe me explicó que había surgido algo importante y “sería ideal” que me pudiese quedar unas cuantas horas que se me abonarían, por supuesto.
No tuve más remedio que decirle que sí con un cierto desasosiego interior que no sabía a qué se debía.
Cada uno comió por su lado y al cabo de hora y media volví a mi puesto.
El ya me esperaba junto al ordenador y con un gesto me lo señaló diciéndome que iba a dictarme unos cuantos memorándums.
Como de costumbre, se situó tras de ...
... mi, corrigiendo y acercándose a la pantalla.
En esta ocasión yo me sentía nerviosa y para mi propio horror, excitada, sí, me excitaba tenerle tan cerca. El es un hombre atractivo, maduro y con una voz muy sensual incluso cuando te ofende, que es muy a menudo.
El seguía dictando y yo equivocándome de lo nerviosa que me estaba poniendo cuando de repente, su mano se posó en mi hombro para que parase de escribir y yo lo hice de golpe pero su mano siguió ahí, acariciando mi hombro. Qué piel tan suave tienes, me dijo, como si eso le extrañase. Sí,le dije, lo se.
Su mano siguió descendiendo por mi escote, dibujando su forma triangular. Yo me había quedado muda y atragantada con mi saliva sin saber que hacer o decir. Me bajo los tirantes del vestido y mis pechos saltaron hacia fuera libres y gozosos traicionándome.
El seguía detrás de mí con mis pechos en sus manos que los agarraban como si de dos frutas se tratasen. Mi rostro ardía de vergüenza porque aquello me estaba gustando mucho pero seguía paralizada, ni protestando ni entrando en su juego.
Jugó con mis pechos mucho rato. Desde su posición, en pie, tenía una perfecta visión de lo que tenía entre las manos . No cesaba de acariciar mis pezones que estaban duros y erectos y casi dolían de placer.
De repente dio la vuelta a mi silla y me situó delante suyo. Juro que no sabía dónde esconderme, me sentía tan avergonzada como excitada por sus caricias y no deseaba que aquel juego parase.
Pensé que ya era hora de ...