Una tarde de sexo
Fecha: 31/10/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: Gatitos, Fuente: CuentoRelatos
Todo empezó un día como cualquiera. Había quedado con mí princesa a merendar en mí casa, cómo hacías regularmente. Pero ésta vez las cosas serían diferentes.
Lo que ella no sabía, era que mis padres estaban de viaje, y mis hermanos en sus respectivas actividades. ¡Teníamos la casa para nosotros!
Al llegar, le abrí la puerta y la recibí con mucha emoción, nos dimos un gran abrazo y la alcé en mis brazos, haciéndola girar como a una niña pequeña y entre sonrisas y abrazados fuimos a merendar.
Ella iba muy hermosa y radiante, su sonrisa reflejaba libertad.
Junto con los primeros calores del verano, también volvieron sus shorts, que dejaban ver sus hermosas piernas; en sus pies unas cómodas sandalias, regalo mío por nuestro aniversario; su remera blanca de Daly; nuestra cadenas de siempre y unos aros sutiles y brillantes, que no opacaban para nada a su sonrisa
-¿Estás solo, amor?- preguntó ella al no escuchar más que nuestros ruidos
-¿Qué? Ah, sí, mi vida. Me olvidé de decirte. Estaré solo hasta la noche.
Ya en su cara se reflejaba una sonrisa pícara, adivinando lo que se aproximaba, aunque no tenía ni idea...
Al terminar la merienda y al lavar las tasas, le pedí que me acompañe a mí habitación, que estaba hecha un desastre. Ella accedió, continuando con su charla de cómo había estado su día.
-¡No sabes el dolor de espalda que tengo! ¡Tuve que limpiar toda mi casa! La mudanza fue muy dura, pero lo peor ya terminó.
-Lo imagino, mi vida. Lo bueno es ...
... que pudieron quedarse y seguimos estando juntos. Wiii. ¿Te gustaría que te haga unos masajitos suavecitos por todo tu cuerpito? - le propuse, con un tono mimoso
-¡Chiii!- dijo ella, utilizando el mismo tono.
-Entonces tenés que desvestirte- poniendo mí mejor cara pervertida
-¡Oh, sí!- Manifestó quedando solo en ropa interior. Me asombró ver que era el conjunto que se ponía siempre que sabíamos que tendríamos intimidad. De un color celeste muy sexi. Eso hizo que me entusiasme muchísimo.
Mientras ella se recostaba boca abajo, busqué el gel corporal para masajes que había comprado solo para ella, y al volver me quité la remera, quedando solo en short.
Me senté sobre ella dispuesto a empezar mí trabajo: desabroché su corpiño, para poder trabajar libremente sobre su espalda, vertí gran cantidad de gel sobre mis manos y las pasé por sus hombros, por toda su columna hasta llegar a su espalda baja, repetí ese procedimiento por unos minutos. Al llegar cerca de su trasero, jugaba con ella haciéndole creer que se lo iba a tocar, hasta que, cuando menos se lo esperaba, tire de su ropa interior hacia abajo con un movimiento seco y rápido, dejando sus pompis expuestas, las cuales aún tenían secuelas de nuestra última noche de pasión.
Ella profirió un casi inaudible grito de asombro acompañado con un suspiro, y me dio libertad para seguir con mis masajes.
Continué con el mismo procedimiento, ésta vez más fuerte y también sobre su trasero, con el cuál aprovechaba para ...