1. En la playa


    Fecha: 21/05/2021, Categorías: Voyerismo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... de voyeur, pero a la vez un crítico de arte que miraba una escultura deteniéndose en cada detalle. Al final le ganó el voyeur al crítico y mi erección se volvio notable. Menos mal que estaba bocabajo, pero sentía que mi pene quería salir del cautiverio que le imponían el bañador y el mismo suelo, ya que estaba aplastado contra él. Dejé de mirar y estuve concentrándome en las cosas menos sexuales del mundo para ver si me bajaba la erección, hasta que ella se levantó y me propuso jugar un poco a las paletas.
    
    No me negué, de hecho pensé que un poco de ejercicio serviría para lavar mi mente de pensamientos impuros hacia mi mejor amiga. Nada más lejos de la realidad. Cuando empezamos a golpear la pelota no pude evitar fijarme en el bamboleo de sus pechos moviéndose al compás de cada paso que daba.
    
    Cuando se le escaba la pelota lejos me encantaba ver como por cada trote sus pechos casi luchaban por salir de su minúsculo bikini y cuando de frente hacia mí se agachaba para recoger la pelota... ¡Dios mío!, podía ver esos dos melones cayendo empujados por la gravedad, que a duras penas podía sujetar el bikini. Basta, no puedo más. ¿Vamos al agua? Le propuse, antes de que mi erección se vuelva más notoria.
    
    Había confianza, pero no tanta como para decirle: Lo siento, cariño, me voy al agua porque verte casi desnuda con ese bikini me ha provocado una erección de campeonato. No sé como se lo tomaría, la verdad. Pensé que con el agua fría del Atlántico se me sofocarían los ...
    ... fuegos... ¡qué ingenuo fui! Efectivamente al poco de estar en el agua el pene se relajó, pero ella se encargó de que no durara mucho.
    
    Nos pusimos a charlar y ella se me quejó de que el bikini tenía una costura descosida y que no se había dado cuenta. Se acercó para mostrármela y pude comprobar además que el amarillito del bikini al contacto con el agua transparentaba sus preciosos pezones. No pude resistirme y con la excusa de tocar la costura suelta también palpé su pecho, aunque fue sólo un roce. Lo suficiente para notar una cosquillita por abajo.
    
    Pero lo bueno empezó cuando empezamos a jugar a nuestros típicos juegos de ahogadillas. Tras cada ahogadilla que nos dábamos nos abrazábamos dándonos cariño, sin que ella supiera que mi pene es un malpensado y cada abrazo que ella me da me lo malinterpreta, como si fuese un preludio al sexo. En una de éstas no pude evitar que ella notara mi gran erección, y me miró con una cara que jamás olvidaré en mi vida.
    
    Entre sorprendida y divertida me miró, y palpándome ya con la mano me dijo... ¡cariño! Yo agaché la cabeza avergonzado y le hice un gesto de resignación. Ella era virgen, jamás había tocado un pene, pero me encantaba cuando a pesar de eso se hacía la liberal, ¿o de verdad lo era?. Me dijo que no pasaba nada, que era normal y lo entendía, pero además de decirme estas palabras ella no paraba de acariciármelo por encima del bañador, como si tratara de consolarlo. "Así no se consuela a un pene" me dieron ganas de decirle, pero no ...