1. Al fin sentí el sabor de su vagina!


    Fecha: 19/07/2021, Categorías: Intercambios Autor: amantelatina27, Fuente: SexoSinTabues

    La conocí hace unos meses en un curso sobre vinos que estamos haciendo. Somos muchos, más de treinta, todos grandes, mujeres y varones de distintos países, que disfrutamos beber, comer, y las cosas buenas de la vida. Es un gran grupo. Desde el principio las dos nos destacamos. Yo soy linda, alta y elegante (humilde no), un poco atrevida, y ella también es alta y linda, pero se viste llamativa, mucho escote, se pinta mucho, y siempre busca llamar la atención. Entre las dos nos volvimos un poco el centro, y lo disfrutamos. Siempre hay un clima como de vacaciones, de viaje de egresados, y eso se potencia con todos los chistes de doble sentido, y los gestos, y el wattsap durante la clase. Pesado a veces, aunque divertido todavía. Pero entre nosotras siempre hubo algo más. Una noche en que fuimos todos juntos a tomar algo, yo le comenté que mi novio había visto una foto de ella y que le había parecido muy linda, y que yo estaba de acuerdo con él, que con ella no me pondría celosa. “Sabés que soy una mujer casada”, me dijo, muy seria. No respondí, nos sonreímos las dos y todo pasó. Pero se creó una complicidad que sigue reapareciendo en cada charla, y el sexo también se volvió una gran tema de conversación para nosotras. A ella le sorprende que yo pueda hablar libremente de lo que me gusta, que le cuente que hice un trío, que me gusta el bondage, las fiestas, el spank, que miro las colas de las mujeres cuando caminan. No como un varón, eso se lo aclaré, las miro como una mujer que ...
    ... las mordería todas. Eso la hace reir. Este viernes fuimos casi todos a una degustación de vinos, y quedamos en reunirnos a la salida para ir a tomar algo, pero al fin, con una excusa u otra, todos se fueron yendo, y sólo quedamos nosotras dos caminando hacia su auto. “Adónde querés ir”, me preguntó. “Sorpendeme”, le respondí. Nos reímos, y creo que todo quedó dicho. Condujo a gran velocidad hasta la salida de la ciudad, mientras charlábamos, escuchábamos música fuerte y nos reíamos mucho. Al fin llegamos a una cervecería y nos sentamos a una mesa alta a tomar algo. Fue todo muy delicado, muy sutil, pero yo fui sintiendo que su mirada se volvía más intensa, que su mano se apoyaba sobre mi pierna, que insistía en acomodar mi ropa y en convidarme de su vaso. Puede sonar muy ingenuo, pero yo no quería generarle ninguna incomodidad, por lo que estaba dispuesta a ser paciente y dejar que ella avanzara. Al fin el bar cerró, volvimos a su auto, subimos el volumen del estéreo, y ella me preguntó “Puedo hacer algo que tengo muchas ganas de hacer?”. “Por supuesto”, le respondí. No me dio tiempo a nada. Desde el asiento del conductor se volvió hacia mí y me metió la lengua en la boca, me besó de manera descontrolada, gruñendo, gimiendo, me apretó la cara, me acaricíó los pechos, parecía que quería comerme. Me encantó que me atacara así. Disfruté mucho de su boca, pero en un momento la tomé de las muñecas y la inmovilicé, le cerré la boca con la mía, la mordí, la acosté sobre el asiento, ...
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