1. Noche de pasión en Lisboa (IX): Los libros sibilinos


    Fecha: 05/12/2017, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos

    ... llamadas telefónicas y a convocar al personal, para que se personen inmediatamente en la quinta, provistos de un cesto grande de mimbre y de cuchillos y navajas. Mientras, yo limpio las setas que he recogido, guardándolas en la nevera, y dejando útil también este cesto.
    
    Cuando está todo el personal reunido, cuento las mujeres, y al final, hay treinta y cinco. Separo a treinta y me dirijo con ellas al bosque. Al llegar, las pongo en corro delante de mí, y les enseño como tienen que proceder para recolectar las setas correctamente, enseñándoles las características del hongo. Para recolectarlas con una cierta clasificación y no arrasar como la langosta, había preparado tres palitos, uno con la medida de la seta más grande que había recolectado yo por la mañana, otro con la medida de la más pequeña, y otro entre las dos. Con ramitas recogidas allí mismo, y con mi navaja, fabriqué diez patrones de cada medida. Entonces organicé a las mujeres en tres brigadas de diez, dándole a las primeras el patrón más grande y las siguientes los demás, en orden decreciente, con la orden de que cada una recolectase solo las setas de la medida de su patrón, o más grandes. Nunca más pequeñas. Y así organizadas comenzaron las diez primeras, siguiéndolas al poco tiempo las segundas y finalmente, un rato después, el tercer grupo.
    
    Mientras yo ponía en marcha la brigada de recolectoras, Amália, con las otras mujeres y los capataces, organizaron a los hombres para que fuesen trayendo las setas y ...
    ... las mujeres limpiaron el patio empedrado de las cuadras, para ir colocando lo recolectado.
    
    Amália había llamado al restaurante propiedad de la familia de Paulinha para que nos preparase un catering para 60 personas y que nos los sirviesen a la hora de comer en la finca. Pidiendo que trajesen todo lo necesario. Antes de aparecer con la comida, trajeron también unos termos industriales con sopa y bocaditos para que la gente pudiese ir tomando algo caliente y reponer fuerzas en los descansos.
    
    Otro problema a solucionar es qué diablos hacíamos con todo aquel producto. No se trataba de llamar a veinte restaurantes y ofrecerles cinco kilos a cada uno. Esto era un maná caído del cielo. Era otra escala.
    
    Amália llamó a Ana María, que se encontraba en Lisboa y le explicó el asunto en el que nos habíamos metido, y entre ambas, moviendo conocidos, al final dieron con un intermediario que se prestó a ponernos un transporte frigorífico y a hacerse cargo de la totalidad de la recolección. Solo necesitaba que le dijésemos que tipo de camión necesitaríamos para sacarnos las setas de la finca. Al mismo tiempo, tratamos un precio por la carga, quedando en que nos entregaría un cheque por el importe, una vez pesados en su presencia y cargado en el camión el producto.
    
    A la hora de comer, nos encontramos con otro problema. Me acerqué hasta la zona de recolección, y a simple vista parecía que no se había recogido nada. Pero en el patio de las cuadras, colocadas con cuidado sobre el suelo, ...
«1...345...11»