1. Ingeniera Civil


    Fecha: 14/12/2017, Categorías: Lesbianas Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... me da la gana, acaso le digo lo que me parece verla con esa cacatúa? y no es porque no tenga ganas de decírselo, pero es la vida de ella, y yo ¿de qué voy en eso?
    
    Esa semana la pasamos a cara de perro, yo le pasaba todos los trabajos que podía por el ordenador, y cuando nos encontrábamos la saludaba normalmente, lo del beso había quedado en el camino, pero mi trato era respetuoso, aunque distante.
    
    A veces notaba que se quedaba mirándome con pena, pero era ella la que se había metido conmigo y era la que tenía que tratar de arreglarlo. Tampoco pretendía un acto de contrición, simplemente que me diera pie para dejar que tirara mi orgullo sin que se notara tanto.
    
    El martes de la siguiente semana, me llamó.
    
    - ¿Me acompañas? Tengo que remodelar un gimnasio y si sale bien podemos hacer lo mismo con todos los demás de la cadena.
    
    - No sé si te voy a servir para algo, no es lo mío.
    
    - Bah, dos opiniones son mejor que una y tú tienes buen gusto, ¿o no quieres venir?
    
    - ¡Sí! Claro que si no te sirvo por lo menos aprendo algo.
    
    Llegamos al sitio y realmente no era tan fácil como parecía, tuvimos que medir el espacio, tomar fotografías de los aparatos, y calcular cuánto sitio necesitaba cada uno, y tratar de separar los de los hombres y mujeres.
    
    No fue tan fácil, al final, si pude ayudarle y hasta metí alguna idea que valió la pena.
    
    Terminamos tarde, estuvo de lo más cordial, cuando volvíamos ya se había hecho la noche.
    
    -Si no tienes que ...
    ... hacer, ¿no quieres ir a cenar y de paso revisamos algo de lo que vimos?
    
    - No tengo nada que hacer, con gusto te acompaño.
    
    Fuimos al mismo restaurant de la primera vez. Bajó del coche apurada para abrirme la puerta, la miré con una sonrisa, pero hizo como que era lo más natural. Cuando fui a sentarme en la mesa, me ayudó a sacarme la chaqueta.
    
    Tanta cortesía me daba un poco de miedo, pero a su vez me gustaba, no estaba acostumbrada a que nadie me tratara así.
    
    Pidió una botella de vino blanco, me sirvió y me hizo probarlo a ver si me gustaba, estaba exquisito, se lo hice notar y con una sonrisa brindó conmigo por la suerte de la propuesta que hicimos ese día.
    
    No apartaba los ojos de mí, y yo me fascinaba mirando la profundidad de los suyos, estuvimos conversando también del proyecto de ella, pero realmente nuestras mentes volaban por otros caminos.
    
    A la salida en la puerta estaba una viejita vendiendo unos cucuruchos con tres pimpollos de rosas, le compró uno dejándole una buena propina.
    
    - ¿Siempre le compras las rosas? Te deben salir caras.
    
    - No importa, me gustan mucho las rosas, me gusta mucho que la viejita se vaya con un poco más de dinero a su casa y me gusta mucho poder regalárselas a alguien que me gusta mucho, son para ti. – no sabía qué hacer y recurrí a lo que primero que se me paso.
    
    - Gracias, no sé si las merezco – mientras le daba un beso largo en la mejilla.
    
    - Solamente por ese beso mereces todas las flores de la viejecita. 
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