Interludio
Fecha: 19/12/2017,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Lib99, Fuente: CuentoRelatos
... formaban sus labios recorría toda la extensión del miembro. Al tiempo, con la mano palpaba la rugosa piel del escroto, sintiendo como los testículos se desplazaban en su interior.
Su dedo se deslizó por la velluda superficie del perineo, enterrándose en la sudada hendidura hasta alcanzar la abertura del ano. Acarició el anillo, dilatándolo hasta lograr introducirse en su interior, acto que el hombre agradeció con un gemido.
A continuación, Ernesto la sujetó por la cabeza y detuvo la felación, aproximándola para besarla.
–Si continúas así voy a estallar.
–¡Oh! –Replicó ella irónica– Y no queremos que eso ocurra, ¿verdad?
–Aún no.
El beso fue largo, líquido, violento. Ernesto, sin apartar los labios, la tumbó en el sofá, deslizó su mano sobre el abdomen de ella, despacio, con suavidad, apenas rozando la delicada piel de Rosa. Acarició el suave vello del pubis y alcanzó la vagina, empapada con sus propios jugos. Magreó los labios exteriores, las ingles, el ano, jugueteó con la jugosa carne de los labios interiores y masajeó el excitado clítoris. Rosa cerró los ojos, arqueó la espalda y dibujó una leve sonrisa de satisfacción en su cara. Cuando los volvió a abrir Ernesto la miraba fijamente, muy cerca. La besó de nuevo sin dejar de masturbarla.
–¿Ahora? –Le susurró.
Ella le respondió con un ligero gesto afirmativo. Él se irguió y se colocó entre los muslos abiertos. Dejó que la mano de ella lo guiara, ...
... introduciendo su polla muy despacio. Cuando sintieron que había entrado por completo permanecieron unos instantes quietos, abrazados, como si quisieran fusionarse. Después él comenzó a mover sus caderas, deslizando su miembro armónicamente en el interior de la lubricada caverna. Al tiempo que empujaba masajeó los pechos de ella, pellizcando con fuerza creciente sus pezones al observar como la especial sensibilidad de estos potenciaba la excitación de la mujer.
El orgasmo de ella llegó primero, acompañado de una fuerte y agitada respiración, antes de recibir la eyaculación de Ernesto, quien impulsado por los estertores clavó su polla hasta lo más hondo de las entrañas de Rosa.
Permanecieron un rato tumbados y abrazados, empapados en sudor. Hablaron en voz baja, como si no quisieran romper la magia del momento, e intercambiaron besos más cariñosos que sensuales. Después, una vez vestidos, se despidieron junto a la puerta de la silenciosa oficina cogidos de la mano y mirándose a los ojos.
–¡Llámame! –Le pidió ella cuando Ernesto se dirigía a la furgoneta.
–No –contestó él volviéndose.
La respuesta dejó a Rosa callada, con una mirada interrogativa en los ojos.
–Para qué te voy a llamar si vendré a buscarte esta tarde, cuando salgas. ¿O no te lo había dicho?
Le respondió con una sonrisa al gesto irónico y algo perverso que él le había lanzado, y le observó marchar juzgando que su culo no estaba nada mal.