1. El dia que le quité la virginidad a mi hijo


    Fecha: 06/12/2020, Categorías: Gays Tus Relatos Autor: Pedro, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... como para fijarnos en esos detalles y como ya había dicho, ni él ni yo somos jotos, así que ver desnudo a otro hombre no es algo que nos preocupe demasiado. 
    -¡No puedes hablarme así, yo soy tu padre! 
    -¡Me vale madre quién seas pendejo, en mi vida no mandas tú! 
    Luego me empujó con sus manos haciéndome retroceder levemente.
    -¡Crees que te tengo miedo!- Me dijo y extendió sus brazos a los lados en señal de reto. 
    Yo lo agarré con fuerza y lo llevé a empellones hasta el sofá. Lo tiré en el sofá boca abajo y acto seguido le di tremendo nalgadon que la mano me ardió. Debo admitir que solo una vez en toda mi vida había dado nalgadas a mi hijo, pero la primera vez que se las di fueron unas tres, y por sobre el pantalón y nada fuerte. Esta vez de la que les estoy platicando sí me sobrepasé y le castigué como nunca. 
    -Esto es para que aprendas a respetar a tu padre cabrón! 
    Le gritaba mientras mi manota se estampaba en sus nalgas dejándole los dedos marcados. Jaime intentaba defenderse y escaparse del castigo, pero yo era más fuerte y de nada le sirvió luchar. 
    -¡Ahhhh! ¡Ahhhh! ¡Ahhhh!- Gritaba mi hijo con cada nalgada. De pronto empezó a llorar y a pedirme que parara. Yo no le hice caso y cuando vi que sus nalgas habían quedado color cereza detuve el castigo. Lo levanté y lo volteé para que me viera a la cara. 
    -¡No quiero que arruines tu vida! ¿No entiendes? Me preocupo por ti y todo lo que hago es por ti. Hice esto por que te amo. 
    se soltó llorando y me pidió perdón ...
    ... por su actitud, además de que me prometió que jamás volvería tener sexo sin protección con otra mujer. Nos abrazamos y yo le di un beso en la frente. 
    -Ahora vete a dormir. Que ya es muy noche. 
    Él dijo que sí con la cabeza y luego de suspirar aliviado se fue caminando a su habitación sobándose la nalga derecha con una mano. El contacto con aquella firme montaña de carne había despertado algo muy extraño en mí. 
    El tiempo pasó y la relación entre yo y Jaime continuó bien. Lo que cambió fue que después de la tunda que le di a él ya no le daba pena alguna pasearse en bolas por la casa durante todo el día. Llegando de la escuela lo primero que hacía era sacarse la camiseta y los pantalones, hasta quedar con el miembro al aire. Y así todo el tiempo, usaba ropa solo para salir o cuando llegaban visitas. Descubrí que hacía eso porque pensaba que lavar la ropa era un trabajo para mujeres, y si no había ropa sucia pues no tenía que lavar. A mí a veces sí llegaba a incomodarme verlo en pelotas por la casa, de pronto el ver sus huevos colgando, sus pelos púbicos, y sus nalgotas me daban cierto asco, porque, como ya dije, jamás sentí nada por el cuerpo de otro hombre.
    Un día me lo encontré tumbado en la cama jugando con su consola, boca arriba, con las patotas dobladas abiertas, por lo que su culito peludo, sus bolas y su pene quedaban a simple vista.
    -Jaime, ¿no te podrías poner un calzón por lo menos?
    -Somos hombres, tenemos lo mismo. ¿Qué te molesta? 
    -Que no quiero andar viendo ...
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