Trío en la piscina con nuestra adorable hija
Fecha: 31/12/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: LadyClarisa, Fuente: SexoSinTabues
... once años esperando por nosotros. Era un manjar del que aún no queríamos probar. El postre prohibido, aunque antes teníamos que satisfacernos entre los tres. De repente, una mano de Laura bajó por su vientre y abrió su vulva para nosotros. El amor que sentíamos por la nena se multiplicó al contemplar la perfección de su anatomía. Las carnes rosadas y jugosas, la ternísima piel que rodeaba aquel clítoris inexperto en muchas cosas todavía. Era una sensación magnífica a la vista, pero una ofensa a las leyes morales. Leyes de las cuales nos estábamos burlando. Miré a mi esposo. Laura estaba lista para recibirlo. No obstante, primero nos dedicamos él y yo a lamer a la niña que entre los dos habíamos traído al mundo. Laura gimió, y los gemidos en una garganta de once años, suenan al canto de los ángeles en un coro efímero y melifluo. Yo penetré su delicado ano con un dedo mojado de saliva. Mi esposo se enfrascó con la vagina, mordiendo los pliegues y estirándolos con sus dientes blancos. El cuerpo de la pequeña se convulsionó al recibir su primer orgasmo. Perdió la fuerza en los brazos y cayó rendida. Ni siquiera así nosotros la dejamos en paz. Seguimos lamiendo toda su entrepierna. La saliva mezclada de nosotros, su familia, resbaló como hilos de plata por el diminuto orificio de su sexo y su recto. Continuamos por su espalda, acariciando y masajeando aquella piel tan delicada como el tejido de una araña invernal. Después de recuperarse, Laura se volvió a poner en cuatro patas. ...
... Rocié una gran cantidad de lubricante sobre su sexo. Felipe, acercándose con cuidado, empezó a adentrarse en ella. Irrumpió con fuerza, sin tapujos ni aviso. El himen estalló. Laura gritó de emoción, placer y dolor cuando su sexo se dilató para dar cabida a la polla de papá. Me fui hacia adelante para besarle los labios y limpiarle las lágrimas que corrían por sus mejillas ruborizadas. La expresión de dolor se conservó en su cara igual que una fea mancha criminal, y por un breve instante, me arrepentí de haberla orillado a esto. Esa duda desapareció cuando ella, abriendo los ojos azules, sonrió y se paseó la lengua por los labios. Fue esplendoroso verla así, gemir con esa fuerza, estremecerse con cada violenta embestida. Mi esposo no tenía consideraciones en que Laura todavía tenía once años. Aferrado a sus nalgas, penetraba el diminuto sexo como si fuera el mío. Tragué saliva al verlo darle nalgas fuertes y enrojecerle la piel con sus palmas. Le miré y en ese momento me sentí muy atraída hacia él. Un adulto fuerte y atractivo, fibroso y viril, haciendo suya a una menor y brindándole sin discriminación el mismo placer que le brindaría a cualquier otra chica. A continuación, recostó a Laura sobre la toalla. Le puso los tobillos sobre los hombros y se inclinó completamente sobre ella. El pene se el hundió en las mojadas cavidades de nuestra princesa. Desde atrás, la imagen del coñito siendo penetrado, expulsando jugos lubricantes, era simplemente encantadora. Los alrededores de ...