Nuestros caballos son felices - Relatos Eróticos

Nuestros caballos son felices

Marisa, de 39 años es una mujer normal bastante atractiva pero lleva una vida aburrida. Su marido sólo se acuerda de sus cereales y de sus animales. Se había fijado en un semental del establo y suspiraba por el rabo del animal pero sin posibilidades.
Se había fijado que todas las siestas su hijo Tomás de 18 años salía con una yegua de su propiedad rumbo a un arroyo cercano que estaba bordeado de espesos cañaverales. Un día lo siguió y sin que el se diera cuenta comenzó a espiarlo. El muchacho se desnudó totalmente mostrando un pene importante. Se subió a un tronco caído para llegar a la altura de la joven yegua y levantando la cola del animal se enterró su zipote hasta las bolas. Se vio clarito que la yegua ya estaba acostumbrada. Marisa comenzó a masturbarse. Espero hasta que el joven estaba a punto del orgasmo y se le apareció sonriente. El muchacho quedó duro pero ella sonriendo le dijo:
- Tranquilo querido que mamita sabe. -
- Mamita también se hace la paja. -
- Sigue que la pobre se quedará con las ganas. -
Y tomando la yegua de la riendas la dejó más quieta que antes. El muchacho acabó intensamente y su madre bajándose slos calzones se masturbó adelante del hijo.
- Ahora somos socios, somos cómplices. Yo te cubro y te ayudo y tu me cubrirás y me ayudarás. -
- Si mamá. -
Al otro día salieron Marisa montada en la yegua y Tomás en el semental rumbo al arroyo.
SE desnudaron, la madre se acostó panza arriba en el tronco y Tomás acercando el caballo le apuntó con la pija equina a su concha totalmente mojada. Lentamente hizo adelantar al animal hasta que la penetró por lo menos 25 cm. en su concha caliente, después la ayudó en su vaiven hasta que el caballo eyaculó y su madre tuvo un orgasmo tan intenso que pareció desmayar.
Cuando se recuperó mamó tanto la pija del caballo como la de Tomás que volvió a fornicar a la yegua.
Desde enronces, dos veces por semana madre e hijo cabalgan hasta el feliz arroyo.