La historia de mi esposa y yo
Fecha: 16/06/2017,
Categorías:
Confesiones
Autor: Thomas, Fuente: CuentoRelatos
... visitaba cuando ella estudiaba en la CDMX.
Yo siempre sospeché que el tal Fernando le dio sus “arrimones” por la simple expresión de su cara cuando se refería a él.
Pero bueno. Ya habiendo derrumbado una de las barreras, los íntimos momentos subieron rápidamente de tono. Nos escapábamos a las montañas, faltábamos a clases, nuestras calificaciones comenzaron a bajar. Yo terminaba mi post-grado y ella se encontraba a media carrera.
Por primera vez quizá, sus padres tuvieron que tomar acción sobre el pobre desempeño académico de su hija, quien tradicionalmente era una excelente estudiante, y quizá pensaron que se estaba en peligro lejos de casa y con el novio en la misma ciudad. Se trataba de gente muy conservadora.
La realidad es que, a pesar de lo intenso de nuestra relación, no habíamos tenido contacto sexual. Sin ser un gigolo, yo tenía algo de experiencia, más aún no sabía cómo dar el siguiente salto con una mujer con quien definitivamente me encantaría casarme.
Aprovechando las frecuentes salidas de mis compañeros de cuarto, la invitaba a pasar inolvidables tardes en las que, desnudos, nos revolcábamos en la cama y nos acariciábamos con calentura extrema. Me masturbaba dos o tres veces, pero nunca me practicó sexo oral.
Al terminarse el semestre, regresamos a nuestra ciudad. Yo concluí mi maestría y pude conseguir trabajo de inmediato. Mis suegros continuaban con la amenaza de llevarla a estudiar a otra universidad. Yo, con tal de estar con ella, ...
... consideraba hacer un doctorado, pero ese verano era mi oportunidad de convencerla de dejar la escuela y formalizar nuestro noviazgo. De alguna forma, la convencí de no volver a la escuela y mi petición causó decepción en sus padres sin lugar a dudas, pero me salí con la mía.
Una noche, mientras paseábamos en mi carro, le pedí que me la mamara. No muy convencida, aceptó. Me bajé el pantalón y se lanzó sobre mí.
Quizá por la pena de que nos vieran, me la mamó torpe y tímidamente al principio. El conductor de otro carro que pasó por enseguida se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, pero me quedé callado, dejándola ser. Fue perfeccionando su técnica hasta lograr mamármela bien, a secas. Conduje hacia un área menos poblada y acabó masturbándome deliciosamente. Esa fue la primera vez que su boca tuvo contacto con mi verga, pero no me vine en ella contrario a mis deseos.
Las visitas a su casa eran todos los días. Ella se recostaba sobre mí en un gran sofá mientras yo seguía sentado. Me ponía sus hermosas nalgas en el regazo. Yo simplemente bajaba su pantalón o levantaba su falda. Casi nunca traía panties. Las raras veces que lo hacía, eran unas sensuales tangas casi transparentes. Yo la deleitaba metiéndole los dedos y ella pegándome aquellas legendarias mamadas, dándole vueltas a mi glande con su lengua, pero aún sin penetrarla.
Teníamos temor de un embarazo y no usábamos ningún tipo de control natal. Según nosotros, no pasaría de dedos y lenguas.
Una noche no pude más. ...