Recuerdos de mi Sandra Maria
Fecha: 22/02/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... obnubilado, enamorado como nunca.
No podía creer que semejante belleza de niña, al fin, hubiese posado sus ojos en mí. Las semanas siguientes fueron extrañas. Salimos a teatro y la visité donde su tía pero noté en ella muchas dudas. En efecto, había alguien más tras de ella; era el hermano de una amiga de Adriana, su hermana. Sin embargo, yo seguí en mi combate y, después de una Semana Santa de serenatas telefónicas a casa de su abuela, en Manizales, iniciamos un idilio de una intensidad fantástica. El día de sus 20 años le ofrecí una serenata de Mariachis, un ramo de 50 rosas y un anillo. Fue una noche que nunca olvido en compañía de toda su familia. Así mismo, tengo los recuerdos vívidos de las primeras caricias, de esa primera incursión bajo su blusa y del contacto delicioso de esos pechos de antología con mis manos y mis labios. Poco a poco, fuimos más allá.
Casi hacíamos el amor vestidos y, una mañana, solos, levanté su falda y la poseí con todo mi ahínco. Esa misma tarde volví a su divina gruta y, desde ese día, nuestros cuerpos se unieron casi a diario y casi a todas horas. Fue un noviazgo pleno de amor, de detalles muchos de los cuales aún conservo. Tras siete meses de embeleso, decidimos casarnos. No quiero ahondar en los factores que determinaron que diez años después el sueño haya desaparecido o, mejor, que hoy ella se encuentre casada con otro y yo sea un divorciado más que añora tantos instantes maravillosos compartidos. Ella fue mi cómplice total en ...
... todo. Aún en las perversiones que desarrollamos, imaginamos y que, a la postre, nunca llevamos a cabo. Conocí casi todo su pasado (asumo que debió guardar para sí algunos secreticos) y, contrariamente a lo que le sucede al común de los hombres, capitalizamos cada experiencia para nuestro placer. Me contaba con detalles (yo se lo pedía) sus encuentros con sus anteriores amantes, lo que les gustaba, lo que le hacían, cómo se lo hacían.... hacíamos muchas veces el amor al tiempo que ella me contaba encuentros determinados, imaginábamos que la poseía uno de ellos y yo al mismo tiempo, elucubrábamos que al volver al país invitaríamos a Ricardo a nuestro apartamento y cómo ella lo seduciría.
En fin, hacíamos el amor en nuestro segundo apartamento en Suiza sabiendo que de algunas ventanas nos podían ver, yo la exponía a través de la ventana y nuestra excitación ganaba voltaje pensando que veían sus maravillosos senos. Sus senos, senos grandes, redondos con un pezón oscuro, no muy grande, erguido y duro. Qué sensación más maravillosa sentí cada vez que miraba sus senos o que ella, muy coqueta siempre, me mostraba al vestirse, desvestirse, bañarse o, más aún, cuando varias veces en verano se despojó del sostén del vestido de baño en Vidy u otra playita y exhibió sus pechos exuberantes a todo el que tuvo el privilegio de observárselos. Eso nos excitaba de manera sorprendente. Yo le preguntaba si le gustaba y, sí, ¡le gustaba! Sentirse deseada, mirada, quizás un poco violada. Pensamos ...