Belzeba II. La señal de la bestia
Fecha: 23/02/2018,
Categorías:
No Consentido
Autor: Lib99, Fuente: CuentoRelatos
La incandescente atmósfera parece a punto de hervir en el árido paisaje de los niveles inferiores del Infierno. El aire irrespirable adquiere densidad tóxica cuando las llamaradas de los cráteres lanzan su rastro de niebla sulfúrica. En medio de aquella torturada orografía destaca, improbable, una figura de inusitada belleza. Completamente desnuda, una mujer rubia de angelical belleza y anatomía perfecta soporta impasible el áspero e incandescente tacto de la negra Roca de la Devastación a la que se halla encadenada. De espaldas a la cortante superficie, con piernas y brazos extendidos, el generoso volumen de sus senos, firmes y rotundos, se mueve al compás de una respiración controlada pero tensa.
–¡He aquí a la gran Belzeba!
La mujer busca el origen de la voz y ve aproximarse a una pareja de demonios.
–Qué honor hallarnos a los pies de la hija de Satanás. Los simples demonios no siempre tenemos la posibilidad de codearnos con una princesa infernal.
–Baalzephon, el Gran Sodomizador –le reconoce la prisionera–. ¿No es suficiente mi condena que debo soportar tu falta de ingenio?
–Vaya, vaya. Veo que aún no se te han bajado esos humos, ¿eh? Quizá debamos ayudar a corregir tus problemas de actitud.
El látigo de innumerables colas chasquea en su mano con eco metálico, dejando en la piel de Belzeba, blanca como el alabastro, un rastro de largas y finas huellas de sangre. El demonio repite sus golpes, castigando senos, abdomen, pubis, ingles y muslos. El cuerpo ...
... de la hija del Diablo se retuerce con cada sacudida, pero de su boca apenas escapa algún ahogado gemido.
–No hay duda de quién es hija –comenta Alouqua, fascinada por el espectáculo–. Antes se dejará arrancar la piel que darte el placer de mostrar sufrimiento.
–¿Sí? –Responde él– Pues quizá deba cambiar el dolor por la humillación. Eso me aportará doble placer.
El demonio aparta el látigo y se aproxima a Belzeba, quien le observa con mirada plena de furia contenida. Las manos de él, grandes y velludas, se posan sobre los pechos y comienzan a estrujarlos.
–Hace mucho que deseaba tocar tus perfectas tetas.
–No lo dudo.
Baalzephon no responde a la provocación, pero sus largas uñas se clavan en la jugosa carne de aquellos senos que parecen desafiar la ley de la gravedad. El rostro de ella se crispa y clava su mirada en la del demonio cuando éste aprieta con fuerza los pezones, retorciéndolos hasta casi arrancarlos. Después sus manos descienden por el cuerpo de Belzeba disfrutando de cada centímetro de piel, hasta alcanzar el sedoso y dorado pubis, cuyos rojizos destellos se asemejan a una llamarada que emergiera entre sus piernas. La garra se desliza a continuación sobre el pene flácido y sujeta los testículos, elevándolos para descubrir tras ellos la vagina que se abre en la zona del perineo.
–¡Ah! –Exclama lascivo el demonio– ¡El sexo bífido de la hija del Diablo! Un manjar que sólo los más privilegiados han podido disfrutar.
Abre los labios y su lengua ...