1. El metro


    Fecha: 24/02/2018, Categorías: Voyerismo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... ella. Entonces, en el anden me invadió de nuevo ese perfume, ¡era ella!, ¡Delante de mí estaba ella!. No sabía qué hacer así que carraspeé un poco para ver si se daba la vuelta. Lo hizo, me miró y su cara se iluminó con esa sonrisa que no podía borrar de mi mente, yo también sonreía, era ella otra vez.
    
    Esta vez el vagón no estaba tan lleno y no había posibilidad de apretujarnos el uno contra el otro como esa mañana. En cambio nos sentamos el uno enfrente del otro, mirándonos fijamente. Desde el momento en el cual nuestras miradas se cruzaron no existió nada más a nuestro alrededor, no me percaté del más mínimo detalle de todo el trayecto hasta que llegó mi parada, de la cual me di cuenta por pura casualidad.
    
    No sabía qué hacer, ella me seguía mirando fijamente, me fui a acercar a ella cuando unos empujones me llevaron al andén, alejándome de ella. El vagón cerró sus puertas y ella me miró por la ventana, en sus labios pude leer un "hasta mañana".
    
    El ver cómo se dirigía a mí, y el "escuchar" unas palabras tan alentadoras de sus labios provocaron una excitación y una ilusión en mí sin precedentes. Me hacía sentirme como un colegial cuando la niña más guapa de la clase le dedica una sonrisa.
    
    Esa noche no pude dormir prácticamente, me la pasé soñando e imaginando su tacto, su sabor, su voz, su risa... Me estaba volviendo loco esa chica, una absoluta desconocida con la que había compartido unos suspiros ahogados y unas turbadoras miradas.
    
    Al día siguiente salí ...
    ... de mi casa más pronto de lo normal, cronometrándome para llegar a tiempo al metro, para encontrarme con ella. Llegué demasiado pronto, antes que el día anterior, y ella no estaba allí así que me bajé del vagón y me dispuse a esperar. No paraba de mirar el reloj, estaba inquieto, impaciente, excitado.
    
    La aglomeración de gente que quería entrar en el metro era importante, y ella no llegaba, yo luchaba contra la corriente, tenía que esperarla. Entonces, puntual, unas manos me agarraron de la cintura y me empujaron hacia el vagón. Me di la vuelta y... ¡era ella!. Mi corazón casi saltó de mi pecho cuando la vi.
    
    Instantáneamente mi erección se hizo notar. Entramos muy apretujados, en la misma postura que el día anterior. Sin preámbulo ninguno ella me sonrió, se apretó contra mis muslos y empezó a moverse. Las estaciones pasaban pero yo no me daba ni cuenta, estaba absolutamente concentrado en ella, en ese perfume, en cómo entreabría los labios, en su aliento, en sus gemidos aislados, ahogados.
    
    Cuando llegamos a la estación en la que hacíamos transbordo fuimos los últimos en bajarnos del vagón, prácticamente no nos dimos cuenta de que nos teníamos que bajar hasta que nos sentíamos solos en el vagón.
    
    Ella andaba primero, yo la seguía, me guiaba su perfume, sus caderas, sus manos... En el vagón nos volvimos a colocar juntos, en la misma postura. Nos frotábamos lo más disimuladamente posible... dentro de lo que cabe. Al salir del vagón estábamos los dos colorados por la ...
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