Mise en abyme
Fecha: 13/03/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos
... le aseguraba que muy pronto estarían unidos para siempre.
Allí detuvo la lectura un momento para reflexionar: un artefacto explosivo… una bomba… ¿No sería demasiado extravagante o, peor aún, inverosímil? Aunque ya había resuelto la enredada trama que esta solución implicaba, se tomó unos minutos para pensar en alguna alternativa que no necesitara de rebuscadas justificaciones. “Quizá algo más… o algo menos… No…”, se dijo a sí mismo. La bomba estaba bien y se quedaría allí.
Sacudió su cabeza nuevamente, esta vez para despojarse de las dudas de último momento, y se adentró de lleno en la parte sustancial, en donde, con cierto nivel de detalle, describía la forma en que el hombre tomaba a la mujer por detrás, rodeándole la cintura con su mano izquierda, y la inducía a inclinarse hacia adelante hasta dejarla con el culo en pompa. Luego se introducía en su boca los dedos índice y medio de su mano derecha, los que luego liberaba completamente embadurnados en saliva para incrustarlos en forma impetuosa en la concha de la encendida hembra.
En algún momento del violento mete y saca dactilar, el arrecho varón sumaba su dedo pulgar, el cual empotraba en el ojete de la usurpada mujer. Luego, sosteniéndola como para lanzarla en busca de una chuza, la sujetaba del pelo con su mano izquierda y le arrimaba el rostro hasta su verga enhiesta a punto de mástil. Ella se la comía con desesperación.
Un apasionado beso mediaba la escena: las lenguas de los fogosos amantes se ...
... encontraban y se entrelazaban danzantes fuera de sus bocas, para luego sellar sus labios en el más delicioso intercambio de viscoso fluido alcalino –a esa altura seguramente mezclado con incipiente fluido seminal–. Todo esto sin que los dedos del hombre dejaran de trabajar denodadamente como furiosos pistones en los interiores de la mujer.
En los siguientes párrafos explicaba cómo el excitado donjuán reemplazaba dedos por lengua, con la que primero le daba una pletórica lamida de concha y luego le chupaba el orto hasta sacarle llamas. Ella alucinaba de calentura. Jamás había hecho cosas así con su marido. Se sentía toda una putita y eso le encantaba.
Luego había reseñado una segunda sustitución: esta vez la lengua del macho era relevada por su poderoso miembro. Éste entraba y salía con ímpetu alternando entre la concha y el culo. La mujer se regocijaba al sentir dentro esa enorme pija que prácticamente duplicaba en tamaño a la de su esposo.
–¡Metémela toda, dale! ¡Ahhh! ¡Así… sí, qué pedazo de pija, la concha de tu madre! ¡Dame la lechita, dale, dámela toda! ¡Ahhh! –exclamaba ella (no acostumbraba utilizar ese lenguaje tan vulgar con su marido).
Al leer este diálogo se excitó tanto que comenzó a masturbarse. Pero todavía faltaba su parte favorita, en la que el amante le proponía a la mujer el perverso juego de llamar al marido instantes antes de la hora señalada –en medio de la monumental cogida– para escuchar la explosión que llevaría al incauto a la muerte.
La rúbrica ...