La chica, la pelirroja
Fecha: 15/04/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos
"La chica, La Pelirroja, cada día
Veo: sube al bus en la misma parada
Y sé que su trabajo es la abogacía
Porque lo he oído: conversación robada
La miro y me mira, si fuese ordalía
Juzgaría que la tengo enamorada
Nunca una palabra nos hemos dicho
Nada podrá alimentar a ese bicho."
Entre los papeles que dejó olvidados en mi casa el día que se marchó, encontré esta poesía. Sin duda, debió escribirla en esa época que coincidimos en el autobús, tantas veces. Es cierto que lo miraba, pero nunca, nunca, se me habría ocurrido imaginar que lo amaría como llegué a amarlo. ¡Ah, el poeta!
Como cualquier poeta, Ricardo, barbudo, peludo y muy delgado, era un idealista: de todo hacia una abstracción que, lógicamente, nada tenía que ver con la inmediata realidad. Supongo que conmigo también la hizo: yo era La Pelirroja, y se enamoró de mí. Claro que, todo tiene su fin.
La primera vez que me acosté con Ricardo, jamás la olvidaré, era primavera. Una brisa tibia recorría el paseo marítimo y lo reconocí sentado en un banco, con una pequeña libreta en su regazo; escribía. "Hola", le interrumpí. Ricardo alzó la vista confuso. "Eh, hola", dijo; "Soy la del autobús, ¿no te acuerdas de mí?", pregunté; "Sí, sí, tú... eres...". Ricardo guardó la libretita en su bandolera, me dio sendos besos en ambas mejillas y comenzamos a andar juntos sobre las blancas baldosas cuadriculadas. Horas más tarde, en una habitación de una pensión barata, después que me estuvo follando ...
... durante más de media hora sin eyacular, es la ventaja de tener una mente distraída como la suya, después que hizo que me corriera dos o tres veces, como ninguno llevamos condón, le chupé su gruesa polla hasta que eyaculó en mi lengua.
Nos fuimos a vivir juntos.
"Vivir juntos"; vivir junto a Ricardo, mientras duró, era delicioso. Cada mañana, antes que sonara el despertador, una caricia suya me desperezaba; una caricia que se iba convirtiendo en algo más sólido: en besos sobre mis tetas aún cálidas, en lametones entre los labios de mi chocho húmedo, en el pollazo final recorriendo mis entrañas hasta hacerme estremecer y llegar a un placentero orgasmo. Mi cuerpo lo agradecía y mis compañeros de oficina también, pues todos me señalaban cuando llegaba mi buen aspecto, mi saludable cara relajada, incluso me decían que me encontraban más prieta, menos flácida: el ejercicio matutino, es lo que tiene.
"Ven más abajo y prueba mi sexo.
No puedo más. Si sigues, Julia, me corro. Mi semen espera entrar en tu carne. Así, de espaldas. Penetro. Despacio te follo"...
Fueron estas líneas las que me hicieron presagiar el final de nuestra relación. ¿Quién era esta "Julia"? No, no es que yo le registrara, es que en su despiste creador, Ricardo había olvidado una página rota, sacada de una libreta, junto a la papelera de la cocina, y yo la leí. "Julia".
"Julia, tu cuerpo esbelto me sobrepasa. No sé si besarte, comerte, follarte o venerarte. Entraste en mi vida, desnuda, serena, y ahora ...