1. La última vez


    Fecha: 17/04/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Tus rosados y gruesos labios rodearon la punta de mi polla. Con tu mano derecha, bien aferrada al tronco, desplegaste hacia atrás el pellejo, revelando la punta gorda y amoratada. Enseguida, te la tragaste entera y yo gemí, lleno de placer, al sentir como tu correosa lengua lo acariciaba con gracia.
    
    Poco a poco, fuiste engullendo mi duro miembro, adentrándose en tu húmeda y caliente boca. Yo solo podía gemir y entrecerrar los ojos, lleno de mucha excitación al sentir como me hacías tan deliciosa mamada. Una de mis manos viajó hasta tu largo y rizado pelo rubio, el cual acaricié encantado, palpando su suavidad. Tu no dejabas de mirarme con tus azulados irises, en un claro gesto de provocación, deseosa de llevarme al éxtasis y, lo cierto, era que lo estabas consiguiendo.
    
    Cerré mis ojos y gruñí con fuerza al notar como succionabas. Maldita sea, eras tan buena que no podía comprender como diantres te había dejado escapar. Claro que también había que señalar que no te conocí hasta tiempo después, cuando ya era tarde, y eso que te propuse muchas veces venirte conmigo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando sentí como acariciabas los huevos. Joder, me estabas haciendo muchas cosquillas.
    
    Abrí los parpados y allí estabas, con esa azulada mirada observándome, como si quisieras hacerme testigo de tan tamaña proeza. Te sacabas media polla, dejándome ver lo manchada que estaba de saliva y luego, te la tragabas entera de un golpe, llegando a impactar contra tu campanilla. ...
    ... Repitió esto en varias ocasiones, haciendo que mis rodillas temblaran con cada acometida. Tu mano aferraba con firmeza la base del miembro y la otra continuaba jugando con mis colgantes testículos.
    
    Tras un rato así, te sacaste el pene de tu boca, dejando caer varios hilillos de saliva. Me miraste con una traviesa sonrisa. Disfrutabas con lo que me hacías y yo me preguntaba cómo eras capaz de no remorderte la conciencia, tratándose del día que era. Claro que a mí eso tampoco me importada demasiado. Estaba gozando como nunca.
    
    Tu lengua viajó por todo la polla, desde la punta, donde llegó a entrar en la uretra con alevosía, descendiendo por el tronco, dejando estelas de brillante saliva. Su descenso continuó hasta llegar a la base. Entonces, elevaste el aparato y comenzaste a lamer mis pelotas. El gemido que emití fue estruendoso. La sinhueso lamió cada esfera carnosa y la hizo mover como si fueras una gatita jugando con una bola de hilo. Luego, noté como las mordisqueabas y como llegabas incluso a tragártelas. Mientras, tu mano me pajeaba con ganas, llevando al borde mismo del paroxismo.
    
    Te restregaste mis cojones por toda tu cara y lo mismo hiciste con mi polla. Yo volví a cerrar mis ojos, ya incapaz de poder contener todo el deseo que ansiaba por salir de mi interior. Simplemente, perdía las facultades del control en mi cuerpo. Sentía los dedos agarrotarse y como los pulmones echaban aire con furia. Tu lengua bailoteaba por todas partes, como si estuvieras lamiendo una ...
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