1. La Bruja y el Ogro. Capítulo 1


    Fecha: 18/04/2018, Categorías: Hetero Autor: ylkiuqoe, Fuente: RelatosEróticos

    La ventisca traía esa noche en sus remolinos polvo del desierto del norte, casi se podía sentir uno como los nómadas que lo habitaban. Desde lo alto de la muralla un soldado hacía la guardia, para hacer más agradable la noche había contratado los servicios de una ramera. Ésta, extremadamente delgada, chupaba enérgicamente la polla del soldado, como si quisiera alimentarse de ella. Era de las que habitualmente se ocupaban de hacerles servicios a los soldados. Le faltaban más dientes en su boca de los que tenía, llevaba su pelo negro recogido en una trenza que llegaba a media espalda y vestía una túnica que había sido blanca en alguna ocasión. El soldado la cogió con fuerza del pelo, la levanto y sacando su esquelético cuerpo por un hueco de las almenas y comenzó a penetrarla con violencia. Empezó a gemir fuertemente para dar la sensación de que disfrutaba las embestidas del soldado, no era cuestión de enojarlo, pues no hubiera sido la primera ramera que caía desde lo alto de la muralla. Sabía que no tendría que fingir durante mucho más tiempo cuando empezó a sentir como el soldado daba los últimos empujones. Emitió unos últimos gemidos mentirosos, notó como el esperma del soldado llenaba su vagina y como su coño expulsaba la polla ya flácida. Se bajó la túnica, recogió las dos monedas que le correspondían por su servicio y empezó a descender las escaleras. El movimiento de sus piernas al bajar hizo que el esperma empezara a deslizarse por su entrepierna, se paró y se limpio ...
    ... con la túnica. Cuando continuó con el descenso un grito la sobresaltó.
    
    -Maldita sea, guardias, guardias- era el soldado que corría hacia ella guardándose todavía el rabo entre sus ropajes. Se asustó pensando que venía a por ella, pero cuando llegó a su lado la sobrepaso y se dirigió exhaltado hacia los guardias de la puerta.
    
    Se montó un gran alboroto en la entrada del castillo, soldados, rameras, mendigos y mercaderes se juntaron para ver que pasaba.
    
    -Hay que avissar a la Bruja, hay que avisssar a la Bruja- gritó la ramera, el aire salía por el hueco que había en lo que un día albergo sus dientes y silbaba al hablar.
    
    En el suelo tumbado al otro lado de la puerta se podía ver un caballero de plateada armadura, la sangre que lo rodeaba esparcida por el suelo presagiaba la gravedad de su herida. Nadie se atrevía a acercarse a él, hasta que uno de los soldados que guardaba la puerta se aventuró a examinarlo.
    
    -Está vivo, respira, pero ha perdido mucha sangre- grito mirando a la muchedumbre.-No vivirá más allá de ésta noche- aseveró.
    
    Nubes tenebrosas rodeaban el castillo, los rayos proyectaban sombras sobre el patio, sombras de cabezas clavadas en picas, cabezas de hombres, mujeres y niños, todas conocidas, eran sus subditos. Miró hacia el centro de la plaza y horrorizada vió los cuerpos desnudos sin cabeza girando en una hoguera. -!Poco hechos!, sino no saben a nada- grito una enorme silueta siniestra, no conseguía verla con claridad. De repente los cuerpos sin ...
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