1. En navidad también se coge


    Fecha: 14/05/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    ... recordar todos sus logros sexuales. Evidentemente esa pija no tenía paz, y yo quería guerra!
    
    Sé que lo que más me impresionó fue que desvirgó a una vecina solterona de unos 35 años, que cogió con travestis, que tuvo encuentros en telos con todas sus cuñadas y que, le paga horas extras a la piba que les limpia para hacerle el totó en el patio.
    
    Pero, lo que más me emocionó fue que me confiara que, hasta ahora nunca se le dio aquello de compartir a una flaca con su hijo. Eso me puso a mil motores! Por eso ni me resistí cuando el tipo me agarró la mano con la que no bebía sidra, me la hundió bajo su pantalón y me dijo mordisqueándome la oreja:
    
    ¡callate la boca y pajeame chiquita!
    
    Esos modos de someterme me hicieron obedecerle como la novia más fiel. Le apreté la cabecita sobre el calzoncillo, se lo corrí un poco para subir y bajar por su tronco fibroso, y en cuanto envolví su glande jugoso en la palma de mi mano para pajearlo, el tipo acabó sin un prejuicio, gimiendo sin alterarse y tocándome las tetas.
    
    Retiró mi mano de sus adentros y quiso que me chupe los dedos con su semen amargo, entretanto Daniel encendía algunos petardos, me manoseaba el orto y destapaba otra birra.
    
    Le pregunté la hora a Ricardo, y en lugar de contestarme optó por invitarme a entrar a su casa. Creo que por las alucinaciones del alcohol y lo mojada que me sentía se me escapó:
    
    ¡Sí, por favor, que estoy re calentita!
    
    Fue todo tan de repente que, cuando me di cuenta estaba de pie en el ...
    ... living de mis vecinos. Me habían quitado la musculosita y el short, me descalzaron y me obligaron a tomar birra del pico de la botella para que me chorree por la cara. Me chuparon las gomas con una pasión que me arrancaba unos gemidos que jamás salieron de mis cuerdas vocales. Me mordían el culo y me olían la concha sin bajarme la bombacha.
    
    Yo solo me limitaba a toquetearles la pija sobre la ropa.
    
    Ricardo me arrodilló en el suelo junto a sus piernas y a las de Daniel, para que frote sus bultos en mi rostro, se las huela y les muerda la puntita jadeando como una perra alzada. Tenía prohibido despegar mi cabeza de esos trozos de carne con cada vez más saliva y juguito.
    
    Hasta que se me ocurrió bajarles el calzoncillo con la boca. Primero a Daniel.
    
    Como respuesta ellos me sentaron en una mesita ratona luego de tirar los adornos que había en ella, y entonces sus pijas me rozaron los labios cerrados, las mejillas, el pelo, la nariz y las tetas.
    
    Abrí la boca para empezar con la de Daniel, pero él prefirió pajearse mientras le lamía las bolas.
    
    Pronto Ricardo sintió el rigor fueguino de mi saliva cuando me la dio toda en la boca. Le di un par de chupaditas más, hasta que el viejo dijo imperturbable:
    
    ¡Basta guanaquita, ahora mamanos la verga en el patio de tu casa, vamos!
    
    No tenía fuerzas para contradecirle. Me alzó en sus brazos, y desde su patio cruzamos al mío escoltados por Daniel, ya que solo los divide una medianera precaria.
    
    Adentro de mi casa se oía ...
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