EN UN MUNDO SALVAJE (3)
Fecha: 19/05/2018,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... ocurrencia… Pero también hubo discordancia con el segundo punto de la disertación de Ana, lo de que ellos, padre y madre, salieran de la casa y esa misma noche, en añadidura. A eso, el “No” de Yago fue rotundo, frontal, sin admitir, en modo alguno, bajarse de su burro. Que quien se marcharía, y de inmediato además, sería él y sólo él, Yago. Sus padres intentaron imponer su criterio, pero todo fue inútil: La casa era suya, ellos la construyeron, con sus manos y su sudor, luego quien debía salir era él, su hijo; además, él era joven y fuerte; no quería decir que ellos, Juan y Ana, fueran ya unos alfeñiques, pero eran sus padres y él, como hijo, debía servirles a ellos, y no al revés. Vamos, que hasta se mostró respetuoso y solícito con ellos, sus padres; hasta cariñoso, que bien que besó a su padre una y otra vez, hasta pidiéndole perdón por los hechos del pasado. Otra cosa, y curiosa, fue que a su madre apenas si se le acercó, arrimó, besó y tal, en verbi gracia de que “Quien evita la ocasión, evita el peligro” En fin, que la distensión entre ellos acabó siendo lo normal; Ana, por finales, se levantó para preparar algo de cena para los tres, pues aunque Yago protestó y protestó por irse de inmediato, alegando que ya tomaría algo por ahí, fruta y tal, antes de encaramarse a un árbol para dormir, pero aquí sus padres, su madre particularmente, se mostraron irreductibles, por lo que el muchacho acabó por “pasar por el aro”, cenando con ellos; hasta mantuvo una corta, pero animada ...
... sobremesa con ellos, riendo y mostrándose los tres felices con la situación recién instaurada entre ellos. Yago, finalmente, erigió su vivienda, una cabaña de gruesos troncos de árbol, techada con hojas anchas, grandes, impermeabilizantes, con dos estancias, dormitorio y estar multiuso. En su construcción contó con la ayuda de sus padres, especialmente de él, que le ayudó, hizo realmente, el mobiliario, mesa, sillas, banquetas y tal; hasta el armazón de la cama. Y la vida fue discurriendo tranquila, en perfecta casi convivencia de los tres, pues raro era el día que no se encontraban, bien en la selva, bien en las Tierras Altas, pasando algunos minutos, alguna que otra hora, juntos, sentados, descansando y comiendo en paz y compaña los tres. Por otra parte, Ana no se despegaba de junto a su marido ni con agua caliente, convertida en su sombra las veinticuatro horas del día, saliendo junto a su querido Juan a cazar, pescar o recolectar, frutas/frutos, cada día, sin separarse de él ni un segundo. Así, en ese estado de feliz, dulce tranquilidad, fueron desgranándose días, semanas y meses, varios meses, uno tras otro, en esa idílica vida cotidiana. Pero una mañana, a nada de levantarse, mientras desayunaban, Ana dijo a su marido – Juan amor, desearía una cosa, pero sólo si no te parece mal. Ir a ver a Yago. Sólo sería un par dos días, tres a todo tirar. Hazte cargo, amor, es mi hijo y apenas le veo; le echo de menos, y me encantaría pasar con él dos, tres días cada cierto tiempo, ...