1. EN UN MUNDO SALVAJE (3)


    Fecha: 19/05/2018, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... muere por ti, que no vive, que nunca podrá vivir sin ti, amorcito mío, queridito mío! Y Juan en absoluto se hizo esperar; en un periquete se deshizo de aquél como híbrido de calzón y taparrabo que “lucía”, para al momento situarse, arrodillado, entra las abiertas piernas de su amada, presto a penetrarla; ella, al instante, apoyándose en sus pies bien asentados en la arena de playa, que les servía de conyugal tálamo, alzó su pubis, su “prendita dorada”, lista a ir al encuentro del cuerpo invasor que se le avecinaba. Se miraron, sonriéndose, con su amor, su mutuo amor en sus ojos, pero también su mutuo deseo, el de él por ella, el de ella por él; y sus bocas respondieron a lo que sus naturalezas más deseaban, yendo a encontrarse en un beso que fue todo amor, pero también todo deseo, un deseo surgido mucho, muchísimo más bajo el influjo de Hera/Juno, que bajo el signo de Afrodita/Venus(1); un beso en el que sus lenguas se arrullaron, acariciándose, lamiéndose, enroscándose, a veces, la una en la otra, cual serpientes apareándose. Él la tomó por sus nalguitas para elevarla, acercársela más y más a su ariete invasor, en tanto ella hacía también lo propio, subiéndose más y más apoyada en sus pies; pero también ocurrió que, aunque el “ariete” buscaba, denodado la puertecita del Sancta Sanctórum de lo más genuinamente femenino del ser de mujer de su amada, la verdad es que, por sí solo, no atinaba ni a la de tres, con lo que su adorada intervino en su ayuda, tomando sus manos ese ...
    ... miembro viril, tan querido, tan deseado por ella, llevándolo donde ambos querían que estuviera. Juan, entonces, empujó y empujó y volvió a empujar, hasta que la penetración de esa su razón de vivir que era su mujercita de su alma quedó totalmente consumada. En tal momento, Ana, soltó un entre suspiro y gemido, hondo, profundo, sonoro, en un “¡Aaaggg!, que bien podría interpretarse por un “¡Al fin, amor; al fin!", al tiempo que ceñía el cuello de su amor rodeándole entre sus brazos, en prieto, prietísimo abrazo, mientras sus piernas atenazaban, en férreo dogal, muslos, culo y cintura de su maridito querido. Y comenzaron los movimientos de la dulce danza de Eros y Venus, actuando los dos al alimón(2), enteramente acompasados, avanzando ella su pubis cundo él retrocedía para retroceder, enseguida, cuando él avanzaba, penetrándola hasta lo más hondo de sus entrañas, en perfecta sincronía entre ambos, sincronía de cuerpos pero, también, de almas, de mentes, sintiendo, pensando y deseando ambos lo mismo, la propia felicidad, la propia dicha y placer, en la felicidad, dicha y placer procurados al ser amado, plenamente entregados, ella a él, él a ella Seguían besándose a todo besarse, morreándose a todo morrearse, uniendo su propia saliva a la del ser amado, entregándosela mutuamente al unirse sus lenguas, libando, saboreando, él de ella, ella de él. Juan había soltado las nalguitas de ella, llevando sus manos, sus dedos, las yemas de éstos, más bien, a los senos de su amada, sus ...
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