Un profesor, una alumna y un colegio católico – Parte 4
Fecha: 20/05/2018,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: Xander_racer2014, Fuente: SexoSinTabues
... no le sean removidas por una mujer así. Yo me sentía feliz como nunca. A medida que la danza trascurría ella se iba despojando de sus velos… uno por uno… en una armonía tan cargada de pura sexualidad, que la excitación atravesaba mi cuerpo sin la menor piedad, sin ninguna consideración por mi raciocinio. Solamente la delicia de cada uno de sus movimientos, me impedían lanzarme sobre ella para poseerla sin esperar más, pues su striptease avanzaba inexorablemente hacia el desnudo tan deseado. Sus pies descalzos sobre la alfombra marcaban el ritmo cadencioso de su inapelable poder seductor. Cuando se quitó el último velo, el que le cubría su cintura, su sexo quedó expuesto y ella se lo restregaba suavemente sobre su vagina, con una mano tras su espalda y la otra por delante, el metro y pico que medía aquel trozo de tela surcaba sus labios vaginales de atrás hacia delante y vuelta otra vez hacia atrás, acompasando el descollante vaivén de sus caderas. Después de repetir ese movimiento varias veces, aquel velo húmedo por el incipiente brote de sus jugos, terminó enroscado en mi cuello, al tiempo que ella, erguida sobre mí, con una pierna a cada lado de mi silla, posó sus pechos justo delante de mis ojos y extendiendo sus brazos abiertos hacia arriba, se detuvo anunciando el fin de su danza, concomitantemente con el abrupto final de la canción. El número estaba debidamente ensayado y fue ejecutado a la perfección. La tomé por su cintura, temiendo que mis manos se derritieran por ...
... la excitación que me había provocado y la guié hacia abajo hasta dejarla montada en mis piernas, solo para volver a besarla largamente, deseando poder detener el tiempo en aquel mágico instante. Luego chasqueé mis dedos y le hice una seña de levantarse. Me gustaba transmitirle el control que yo tenía sobre la situación, pero el traidor de mi pene me dejaba en evidencia, ya que su dura consistencia demostraba que en aquel momento Cecilia estaba en control de mí y no yo en control de ella. Pero en un esfuerzo sobrehumano de salvaje lucha contra la tentación, fui a uno de mis cajones y extraje el collar de perra que había comprado para ella. Aquel collar que Cecilia debería ganarse demostrando dignidad de esclava y parándome frente a ella le dije: - Recoge tu pelo y levántalo por sobre tu cabeza. La emoción de aquel momento comenzó a traslucirse en su rostro. Sabía que yo no se lo daría hasta que se lo ganara. Se había esforzado. Había trabajado muy duro para conseguirlo y finalmente su deseado momento había llegado. Con toda la suavidad que pude rodeé su cuello con aquel objeto y lo abroché. Sonriendo me dijo: - ¡Permiso para mirarme en un espejo, Amo!… Se lo concedí con una seña de mi mano y corrió hacia el espejo de la habitación para contemplarse a sí misma, al tiempo que yo masajeaba mi verga que ya estaba por demás impertinente, como un niño clamando por su dulce… ¡ya! Solo era un collar en su cuello, pero ya no se sentía desnuda. Aquel pequeño objeto de cuero era como un ...