Primera incursión en una cueva de lobos
Fecha: 20/05/2018,
Categorías:
Sexo Interracial
Autor: ekaitza, Fuente: RelatosEróticos
... correrme. Pero cuando la calentura sobrepasa los límites del entendimiento, y aquel era uno de esos momentos, mi culito encaja cualquier tamaño y me da un placer indescriptible, provocándome escalofríos por todo el cuerpo. Es como si los nervios que salen de mi ano entrecruzaran sus caminos y el cerebro confundiera las señales de dolor con las de placer, haciendo que no deje de moverme y de pedir más aunque me estén matando de dolor. Es una explosión que culmina en un orgasmo brutal que me deja casi sin fuerzas.
Me coloqué de rodillas, con el pecho apoyado en el respaldo del sofa y con la espalda arqueada, ofreciendo mi culito en pompa, y esperando con una mezcla de ansia y de temor la llegada de aquella tuneladora que medía más de 25 centímetros con toda seguridad. Tuvo el detalle de coger algo de mantequilla y untársela para lubricar un poco. Mientras esperaba me puse a jugar con los dedos en el coñito y estaba tan absorta en el jueguecito que no oí llegar a mi verdugo. De repente noté la punta de su enorme pene marrón en la entrada de mi culito, y la mantequilla empezó a hacer su trabajo. Cada milímetro que resbalaba hacia dentro, yo sentía el anillo de mi ano ensancharse más y más. Me estaba doliendo muchísimo pero sentí un alivio cuando ya tuvo el capullo entero dentro de mí. Empezó suave, metiéndola poco a poco, embestidas cortas y lentas, pero en seguida empezó a subir el ritmo y la intensidad de la penetración, mucho más rápido que lo conveniente. Y empezó la ...
... función. Mi garganta no sabía si soltar gritos de dolor o alaridos de placer, él cada vez se estaba poniendo más violento en sus movimientos, embestía con rabia y no daba crédito a que yo le estuviera pidiendo que no parara, lo que provocaba que embistiera con más violencia aún, incluyendo unos fuertes azotes que me dejaron buenas marcas rojas en mis nalgas blancas. Como he dicho antes, no estaba dispuesta a darle el gusto de convertirme en su víctima, estaba cachonda como una yegua y ese masoquismo anal que he explicado antes entró en acción. Mis propios alaridos (casi nunca grito cuando tengo sexo, pero en momentos así no puedo evitarlo) me impedían oír cualquiera de los improperios que me decía el dominicano, cada embestida me daba escalofríos que se transformaban en espasmos que hacían más profundas las penetraciones, llegando sus testículos a rebotar contra la mano que yo tenía frotándome el clítoris y los labios vaginales. Mi cuerpo entero temblaba y me estaba acercando al clímax. Él ya no sabía qué hacer, sólo acertaba a seguir insultándome y ya no podía endurecer más sus movimientos: se estaba agotando, me embestía con muchísima fuerza pero descansaba dentro durante una fracción de segundo y salía más despacio, para volver a embestir una y otra vez ante la atónita mirada del bajito que con la escena se había empalmado de nuevo, cogió algo que le hiciera de tarima para colocarlo detrás del sofa, subirse, plantar su polla ante mi cara y metérmela en la boca. Yo seguía ...