A solas con el guardián de la casa
Fecha: 08/11/2021,
Categorías:
Zoofilia
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Esto que les voy a contar el día de hoy es una anécdota que me sucedió cuando tenía veinticinco años y vivía con mis padres en un pequeño pueblo meridional, alejado de las grandes ciudades y los caóticos centros urbanos. Fue durante una época en la que tenía muchas dudas respecto a mi sexualidad y no sabía qué era lo que realmente me gustaba.
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Soy una persona delgada de tez morena, ojos marrones, nariz respingona, orejas pequeñas, ondulado cabello bruno, piel lampiña y extremidades cortas. A diferencia de otros niños, yo nunca pegué el famoso estirón que todos pegan cuando llegan a la preadolescencia. Dejé de crecer a los catorce años, alcanzando nada más que un metro sesenta de altura. Me crie en un pueblo fantasma rodeado de personas amables y cordiales a quienes todavía recuerdo con claridad.
Recuerdo que mis padres siempre tuvieron mascotas en casa. Había perros, gatos, loros, tortugas, iguanas, peces, conejos, cobayos y ranas dentro de la extensa lista de mascotas. Crecí rodeado de animales domésticos como si fueran miembros de la familia. Como nunca tuve hermanos, los animales pasaron a ser mis compañeros más cercanos. Al tener pocas amistades en las cercanías, pasaba más tiempo jugando con animales que con otros niños.
Reconozco que siempre fui un zagal inquieto, taciturno, retraído, efusivo y lúbrico. A los seis años de edad comencé a ver mi cuerpo como una inagotable fuente de placeres carnales que ansiaba explorar a fondo. No fue hasta la pubertad ...
... que descubrí algo nuevo que cambiaría mi vida para siempre: a los quince años aprendí a masturbarme y me volví más lascivo. Empecé a consumir una importante cantidad de pornografía que encontraba en internet durante mis ratos libres. Me pajeaba todas las noches mientras veía videos pornográficos en mi celular.
Las cosas siguieron igual hasta que descubrí por casualidad contenido que jamás habría esperado encontrar. Me topé con una página de zoofilia con muchísimos videos, la mayoría de baja calidad, con personas que tenían encuentros amorosos con sus mascotas. De a poco fui explorando en el extraño mundo de la perversión y me volví, por así decirlo, adicto a susodicha parafilia. Dejé de consumir porno clásico para comenzar a consumir zoofilia.
Los años trascurrieron como si nada y dejé de lado la pornografía para concentrarme en mis estudios. Después de ingresar a la universidad, la cantidad de tiempo libre era limitada y la gran cantidad de responsabilidades era demoledora. Como nunca tuve pareja durante mi estadía en la universidad, me ahorré un montón de problemas típicos de jóvenes inexpertos. Viví solo en un acogedor departamento sin televisión ni internet para no distraerme de mis obligaciones. Estuve viviendo como un ermitaño durante siete años hasta que finalicé mis estudios y retorné a la zona rural para pasar el verano en la casa de mis padres.
Mi padre y mi madre eran personas prudentes que se la pasaban trabajando, yendo y viniendo de aquí para allá, ...