1. Anal Professions - Monja


    Fecha: 01/12/2021, Categorías: Anal Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Fuera había oscurecido. Sor Ana estaba barriendo la pequeña capilla del convento antes de cerrar las puertas cuando sintió la presencia a su espalda. Al volverse descubrió a aquel hombre, mirándola.
    
    Era un caballero maduro, alto y fornido, vestido con traje impecable y cartera de cuero negro en la misma mano del rolex de platino. Entre susurros, las monjas le llamaban don Diablo.
    
    Pese a verse sorprendido, siguió observándola. Sus ojos traviesos recorrían con parsimonia el cuerpo de la muchacha recreándose en aquellos lugares donde el volumen de su anatomía ponía a prueba las holguras del hábito. Una lengua rojiza asomó entre los labios, relamiéndolos.
    
    El hombre empezó a andar, pero no hacia la salida. Se metió en el pequeño habitáculo del confesionario. La monja dudó: ¿debía ir a llamar a la madre superiora? Estuvo parada unos instantes antes de decidirse a avanzar por sí misma hacia la pequeña cabina con la firme intención de expulsar al intruso del retículo sagrado. La voz poderosa que salió del interior la detuvo.
    
    –Siéntese –le dijo.
    
    Ana dudaba. El escaso ímpetu que la impulsó a enfrentarse al hombre se había evaporado ante la firmeza de sus palabras. Miró el exterior de la pequeña cabina.
    
    –No hay asiento –dijo–: es un reclinatorio.
    
    –Entonces de rodillas.
    
    Sin saber qué hacer, Ana se arrodilló sobre el pequeño escalón. No fue fácil: era alta y delgada, pero sólo de cintura. "Una chica imponente", la habían llamado en su antigua vida. La tela del ...
    ... hábito empezó a crujir a medida que se iba doblegando, tensándose sobre las caderas, constriñendo su carne. Quedó demasiado arriba pese a todo y tuvo que inclinarse para llegar a la altura de la ventanilla.
    
    –¡Uhm! –protestó.
    
    –¿Qué sucede?
    
    –Es el hábito –explicó Ana–. Estropeé el mío al lavarlo y han tenido que prestarme otro, pero ninguna de las hermanas tiene mi talla. Me queda pequeño.
    
    –Me he fijado...
    
    La cara de Ana quedaba a escasos centímetros de la reja. A través de los agujeros pudo distinguir la sonrisa del hombre brillando en la oscuridad. Sentía el cuerpo masculino al otro lado del delgado tabique, vibrando en una risa contenida.
    
    –Hábito de novicia, por lo que veo.
    
    –Empiezo mi tercer año –respondió Ana a la defensiva–. En unos meses me integraré definitivamente al convento.
    
    –Quizás.
    
    –¿Cómo que quizás?
    
    –Quizás se integre, querida. Quizás... o quizás para entonces no haya convento en el que integrarse.
    
    Ana quedó sin palabras ante la nada velada amenaza. ¿Qué querría decir aquel hombre? La superiora les advertía con frecuencia de los radicales que en el pasado se dedicaban a quemar conventos y violar monjas. O a veces al revés. Si era un peligro para el convento tal vez debería ir a pedir ayuda a las otras hermanas, pero no quería dejarle a solas en la capilla.
    
    –No me llame "querida" –respondió, intentando aparentar una firmeza que no tenía–, y salga del confesionario. No tiene permiso para estar ahí.
    
    Esta vez, don Diablo ni siquiera ...
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