1. En mi oficina.


    Fecha: 29/12/2021, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... orden.
    
    --Ahora me vas a comer el coño hasta que me corra, perrito.
    
    Y sin esperar absolutamente nada más, se subió la falda que ocultaba una diminuta tanga y se recostó en la silla. Se acercó el par de pasos que lo separaban de la mujer y con absoluta delicadeza retiro la lenceria y acercó su boca a al coño teniendo especial cuidado en acariciar los muslos con la espesa barba a sabiendas de lo mucho que le gustaba aquella sensación. Como lo imaginaba sus pliegues ya se encontraban húmedos, mojados. Y no la hizo esperar para atacar con su lengua y dientes las partes más sensibles, conociendo aquella parte de su cuerpo, mejor que nadie.
    
    La mujer se aferró a su cabello, jalando y clavando sus largas uñas en el cuero cabelludo mientras gemía y se dejaba llevar por aquel placer que ella misma había ido a buscar hasta aquel lugar. Y él.... en aquella vulnerable posición, no podía estar más duro. Ver como se mordía los labios, como se aferraba a él, como se retorcía de placer. Lo podía hacer llegar mejor que cualquier par de labios sobre su verga. Mordió aquella protuberancia de nervios y ella se dejó ir en un orgasmo violento ...
    ... que marcó las diez uñas de su dueña en él.
    
    Siguios lamiendo hasta que sus manos se relajaron sobre su cabello y fue en entonces cuando ella dio dos suaves toques sobre su cabeza que a regañadientes se alejó de ella.
    
    --Como siempre, lo haces maravillosamente, perrito. Es por eso que te tengo un premio.
    
    Sin dejarlo ponerse completamente de pie lo hizo recostarse sobre sus piernas quedando en una ridícula posición sobre ella. Con saña y sin prisa acarició las largas líneas delgadas que había formado con la fusta en su trasero, sensación como todo en aquella relación, agridulce pero una de sus acciones favoritas.
    
    --Me gusta tanto ver tu culo así.
    
    La imagino sonriendo y sin aviso ni preparación previa introdujo frío metal en él, forzando aquel pequeño hoyo virgen hasta que la conoció, provocando que tuviera que morderse con fuerza los labios para evitar soltar un alarido de dolor. Y solo entonces lo dejo ponerse de pie.
    
    Acarició su mejilla, con una delicadeza que rara vez utilizaba y beso sus labios tan solo por un segundo.
    
    --Nos vemos por la noche, perrito.
    
    Dijo despidiéndose... sin recuperar su ropa interior. 
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