Un chico lindo, demasiado lindo (6)
Fecha: 18/06/2017,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
... pene erecto, aunque oculto a los ojos de Hilda por la posición boca abajo. Pero de nada le valieron los ruegos.
Sintió que sus nalgas eran entreabiertas y luego que algo le entraba (el dedo medio) y algo más (el dedo índice) entre los suspiros que brotaban sin cesar de la boca de la violadora. Esta vez no había dolor como cuando le daban pija, pero sí la humillación de siempre. Él era un varón, no un putito, como solían llamarlo, y en verdad lo que le hubiese gustado era iniciarse sexualmente con esa mujerona que se lo estaba cogiendo con los dedos. La diferencia entre ese deseo y la cruda realidad hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas mientras, aunque él no podía darse cuenta, Hilda usaba la otra mano para masturbarse hasta alcanzar el orgasmo y estallar largamente en gritos estremecidos. El chico no había permanecido ocioso, sino que se había masturbado también y derramó su semen en las sábanas en medio de estremecimientos que alertaron a Hilda.
-¡¿Qué hiciste?! –gritó la mujerona poniéndose de pie como impulsada por un resorte e irguiéndose al costado de la cama en toda su estatura. -¡Parate! ¡Correte de ahí! –ordenó y el chico, temeroso, giró sobre sí mismo y se puso de pie en la cama dejando al descubierto la mancha de semen.
-¡¡¡¡TE PAJEASTE, DESGRACIADO!!! –bramó la matrona con sus ojos muy abiertos y fijos en esa mancha que delataba al chico.
-Pe… perdón, señora… perdón…
-Bajá de la cama, insolente de mierda, -ordenó Hilda y cuando tuvo ...
... al chico en el piso, ante ella, le dio vuelta la cara de una cachetada.
-¡DE RODILLAS!
-Sí… sí, señora Hilda…
-¿Por qué esa paja? ¿qué sentiste?... ¡Hablá!
-Yo me… me excité, señora Hilda… La miré desnuda y… y me excité…
-¡Mirá vos! ¿Y qué sentiste cuando yo te cogía con los dedos?
-No me dolía como cuando… cuando me meten…
-Una pija…
-Sí…
-¿Y entonces?
-Fue… fue raro… Yo me… la veía a usted desnuda y… y me sentía muy caliente y esos dedos, no sé… fue muy raro… ¡Perdóneme, señora Hilda! ¡Por favor! –rogó el chico al borde del llanto.
-Veremos que piensa don Ernesto cuando le cuente. Creo que no le va a gustar que su putito se caliente con una mujer. A mí tampoco me gusta.
-Yo… yo no soy un putito… -protestó el chico y de inmediato la cachetada partió veloz para estrellarse contra su mejilla izquierda con tal violencia que lo derribó sobre la cama.
Esa noche, al regreso del trabajo, don Ernesto fue informado por la mucama respecto de esa paja, con el chico delante de ambos. Don Ernesto pareció reflexionar un momento y luego se dirigió a Hilda:
-¿Vos que pensás?
-¿Usted lo quiere putito?
-Sí.
-Entonces hay que castigarlo para que aprenda que no puede excitarse con una mujer, que tiene que sentir como una nena.
-¿Qué sugerís?
-Cinto.
-Mmmmhhhhh, me gusta la idea…
-Le doy mientras el nene le hace una buena mamada… ¿Qué opina?
-Me caliento de sólo imaginarlo…
-¿Lo hacemos ahora?
-Claro… Ya se me está ...