Día del Padre comiendo una mujer ajena
Fecha: 27/03/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: AlonsoLima, Fuente: CuentoRelatos
... de cultivo. Le comenté el motivo de mi llegada y ella indicó que había limpiado ya y que no había encontrado nada. Comenzamos a buscar la calculadora en el comedor de la casa y en un par de minutos, con nuestros cuerpos tan juntos, sentí una brutal química sexual entre ambos. No podría explicarlo, simplemente es algo que se siente.
Como simulando un encontrón casual, le roce el culo con mis manos. Ella ni se inmutó. Lo volví a hacer y ella igual no reaccionó. Vestía la típica falda de mujer de campo y con la valentía que me dio ser “el ingeniero” y su no rechazo previo, se la levanté. Tenía un calzón de pueblerina debajo, sin ningún glamour, pero un culo firme, de mujer que camina largas horas y apoya en labores agrícolas. Comencé a acariciarle el culo sobre el calzón y empezó a gemir. Se lo bajé, le acaricié el culo, introduje un par de dedos en su coño y la acomodé en 4 patas sobre el sofá de su casa, me desabroché el pantalón y comencé a cogerla en perrito.
Ella estaba muy húmeda y gemía fuertemente. El aislamiento de la casa le permitía hacerlo sin ninguna discreción. Ella me pidió “ingeniero quiero darme la vuelta”. Saque ...
... la verga de su jugoso coño, ella se levantó. Se sentó en el sofá y comenzó a mamármela, no tenía mucha experiencia, quizás sólo se lo había hecho a su marido. Pero el sentir una mamada tan burda me excito aún más. Le pedí que me lama los testículos, ella me miró sorprendida y empezó a hacerlo, con la habilidad de quien nunca había hecho algo así.
Luego, se acostó sobre el sofá, abrió sus piernas y me acosté sobre ella. Seguí cogiéndola, escuchando sus gemidos brutales, casi aullidos. Ella me besaba, yo le respondía. No era bella, ni bonita, pero era ajena y era mía. Al empezar a venirse, comenzó a gemir y decir “préñeme ingeniero, préñeme” Nos vinimos juntos. Le dejé todo mi semen en lo más profundo de su peluda vagina.
Se acomodó la ropa. Sacó la calculadora de un cajón donde la había guardado antes de mi llegada, me la dio y partí, sin despedirme, pues ella no podía levantar la vista del piso y no articulaba palabras. Al llegar a la zona de cosecha, nadie se sorprendió por los escasos minutos demás que me demoré, pues les dije que había demorado buscando la calculadora y finalmente la había encontrado tirada fuera de la casa.