Memorias de África (II)
Fecha: 13/05/2022,
Categorías:
Sexo Interracial
Autor: Carmen Van Der Does, Fuente: CuentoRelatos
... no creo que tuviera más de 25 años. Las otras chicas obedecieron y me sentaron junto a Aifon. La pude ver de cerca esta vez, sus grandes ojos marrones, nariz chata pero elegante, labios gruesos, una fila de dientes blancos y perfectos para ser una indígena, pelo corto negro y muy tupido. Los pechos al aire, redondos, brillantes, no muy grandes, joder, eran casi perfectos. Contrastaba conmigo, más alta, blanca en comparación con su cuerpo color chocolate, mi pelo castaño, sus piernas más estilizadas contra las mías más musculosas y desarrolladas gracias al voleibol y al gimnasio. No le envidié sus pechos ni por tamaño, ni por postura.
Aifon cogió uno de mis pechos en su mano, lo acarició y con su pulgar estimuló el pezón hasta que lo puso duro y crecido. Se interesó por mi sexo, lo acarició despacio y pasó de abajo hacia arriba sus dedos por la raja. Pareció gustarle que estuviera depilada, aunque desde mi última sesión de belleza me habían crecido algunos pelillos. Aquella caricia en mi sexo me puso la piel de gallina, me confundió, pero fui incapaz de cambiar la situación. No era la primera vez que estaba con otra mujer, pero en otras circunstancias. Las otras mujeres que estaban en la cabaña le dijeron algo y entonces dejó de acariciarme el sexo, tiró de mi hacia ella y yo me resistí, no entendía nada de lo estaba pasando. Las otras mujeres la ayudaron empujándome, y me acostaron boca abajo sobre las rodillas de Aifon, en una postura parecida a cuando le vas a dar una ...
... torta a un niño en el culo. Me sentí absolutamente desprotegida, avergonzada, expuesta, como si fuera un monigote. Cuando se aseguraron de que no me podía mover, Aifon empezó a darme azotes en el culo. Que a mis 35 años una niñata me trate así me enfadó muchísimo:
-¡Hija de puta, negra cabrona, suéltame y deja de pegarme! le grité.
Me sentí humillada al ver a todas aquellas mujeres mirando y sujetándome. En cuanto intentaba moverme o rebelarme, más fuerte me sujetaban. Aifon me pegaba no con mucha fuerza, pero no por eso dejaba de dolerme. En esas intentonas por zafarme, contraía el culo y lo ponía duro, pero me di cuenta que así me dolía más, y opté por relajarlo. No se porqué extraña razón Aifon me daba azotes no sólo en las nalgas, sino que movía su mano por todo el culo, llegando incluso al interior, y a la parte donde el culo se une al muslo. Sus golpes llegaron hasta la zona donde la vagina y el culo casi se unen, pero al llegar ahí los golpes se hacían más suaves. Sin saber muy bien la razón, cuando eso pasaba, me relajaba aún más, mis piernas se destensaban y parecía como si mi sexo se abriera. No pude aguantar mucho y se me nublaron los ojos, lloré de rabia y las lágrimas salían de mis ojos cayendo al suelo.
Como si hubieran conseguido una victoria, las mujeres que yo podía ver, sonrieron y asentían con la cabeza. Todavía era de día y hacía sol. Alguien pasó por delante de la choza y la sombra se proyectó dentro. Giré la cabeza y pude ver a un hombre, un ...