Seduciendo a Ahmed
Fecha: 05/09/2022,
Categorías:
Sexo Interracial
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Soy Tamara y en la actualidad tengo 31 años. Siempre fui muy rebelde e independiente, por lo que con veintipocos años ya estaba fuera de casa viviendo sola e independiente. Como podréis comprender, a esas edades y liberada del yugo paterno, me harte de follar cuanto y con quien se me antojo. Es decir, que a mis treinta y pocos he tenido tantas o más experiencias que mujeres mucho más mayores que yo.
Físicamente, no soy ninguna maravilla. Mido unos 1.55 y peso unos 65 kg., sobrepeso que se me acumula en mis pechos (uso una 95) y en mi poderoso trasero. Como veis no soy ninguna top model, aunque el éxito que siempre he provocado en los hombres me induce a pensar que los gustos de estos a la hora de ligar son bastantes diferentes a los establecidos en las revistas de moda. También ayudan mi melena pelirroja y mi pecosa carita, rematada en una boquita fina y aniñada.
Hace unos años saque una oposición en Correos y, con la tranquilidad que da un sueldo fijo, me compre un pisito pequeño en el barrio de San Blas. Me salió barato, aunque me tocaba hacer varias reformas importantes, así que contrate a una cuadrilla de obreros extranjeros que solían ir bastante por el barrio. Tras unos meses, el piso ya estaba habitable así que decidí volver a mi vida diaria allí a pesar de que quedaban todavía algunos pequeños toques por hacer.
Un día, al volver de un día de curro particularmente fatigoso, me encontré allí al jefe de la cuadrilla, Ahmed, un moro de unos 40 años, fornido y de ...
... espaldas anchas, que estaba rematando la silicona de las ventanas. Habíamos hablado un poco antes, y aunque no era lo que podemos llamar atractivo, si era en cambio muy meloso en el trato. Una de esas personas con la que te enfadas y al final tienes que pedirle perdón. Nos saludamos y tras intercambiar algunas palabras sobre nuestros trabajos y un cigarrillo, me conmino a seguir como si el no estuviese. Yo estaba rendida, y solo me apetecía ducharme y echarme la siesta.
Cuando ya llevaba unos minutos en la ducha y mis músculos se habían relajado con el agua caliente me di cuenta que la puerta del baño estaba entreabierta. No logre saber nunca si Ahmed la abrió desde fuera o bien yo, fortuitamente, la había dejado así, pero lo cierto es que tras unos instantes de corte, el hecho de sentirme observada por un desconocido me puso muy cachonda, así que decidí seguir con el posible juego. Empecé a enjabonar mis tetas y a darme masajes circulares por todo su contorno, haciéndolas oscilar de una lado para otro hasta que mis pequeños pezones se pusieron duros, a pasarme la mano lentamente por entre los cachetes de mi culo dando la espalda a esa puerta donde era posible que él me observara. Tras un rato con este tratamiento, y más caliente que un horno encendido, me enrolle con una toalla y salí al salón donde Ahmed seguía con su labor. Fue una pequeña decepción, y lo cierto es que me sentí hasta un poco avergonzada por mi actitud, así que sin decirle nada me fui hacia mi habitación ...